Jackie. 2016, Pablo Larraín

Tras la buena aceptación en los festivales internacionales de las películas El club y Neruda, el director chileno Pablo Larraín emprende la aventura norteamericana retratando a un icono social del establishment estadounidense, Jacqueline Kennedy.
Al contrario que otros acercamientos cinematográficos a figuras de relieve (La dama de hierro, Diana), la visión de Larraín no incurre en los clichés del biopic, sino que traza el perfil íntimo de una primera dama en un momento de desesperación, el asesinato de su marido John F. Kennedy y los tres días transcurridos hasta el entierro del presidente. El hilo conductor es una entrevista que la protagonista concede después y que vertebra la superposición de los diferentes planos temporales en los que sucede la acción, un mosaico donde se mezcla el drama personal y el acontecimiento histórico.
En lugar de hacer un seguimiento pormenorizado de los hechos, el guion de Noah Oppenheim refleja el punto de vista de Jackie y los diversos estados de ánimo que atraviesa en su calvario particular: miedo, rabia, incertidumbre, desamparo, vanidad... todo un catálogo de sensaciones ilustradas musicalmente por la partitura de Mica Levi y que Larraín atrapa con la lente de la cámara. La planificación de Jackie permanece siempre acorde con el relato y, además, exhibe inspiración y destreza, una simbiosis apoyada por el excelente montaje y por la fotografía de Stéphane Fontaine. El metraje está salpicado de imágenes de archivo muy bien integradas, que refuerzan la veracidad y la recreación de la época. Pero todas las virtudes técnicas y artísticas del film no valen de nada sin una actriz capaz de ponerse al frente y adoptar la responsabilidad que exige el personaje.
Natalie Portman vuelve a dar un recital interpretativo, una prueba de fuerza al alcance solo de los artistas más exigentes. Su recreación de Jackie da aliento a la película e impregna cada fotograma de una emoción sin aspavientos, que surge a medias del estudio metódico y de la creatividad visceral. Por esto, contemplar la película es asistir a una lección magistral de cómo debe comportase una actriz frente a la cámara y, sobre todo, de cómo resolver un reto casi imposible: el de reinventar a una figura icónica no desde la imitación ni la habilidad gestual, sino desde el interior del personaje, en una exploración que va desde las entrañas hasta la entonación de cada sílaba del diálogo. Solo por esto, Jackie debería ser tenida en cuenta. Pero hay muchos más motivos, que el espectador descubrirá en las imágenes de esta película bella y rotunda.