Wonder Women y el profesor Marston. "Professor Marston & the Wonder Women" 2017, Angela Robinson

Al igual que sucede con la industria del automóvil, la textil o cualquier otra de cierta envergadura, el cine proveniente de Hollywood se rige por las estrictas leyes del mercado: a mayor precio del producto, mayor inversión y menor riesgo en la venta. Esto provoca que tantas y tantas películas se parezcan unas a otras, que cuenten historias diseñadas para satisfacer al espectador (sin hacerle pensar demasiado con incómodas preguntas o ejercicios de introspección) y que se atengan a fórmulas narrativas seguras que eviten los sobresaltos. Aunque esta práctica ha existido siempre, se acentuó a partir de los años ochenta, cuando las majors fueron absorbidas por las grandes corporaciones y los nuevos inversores aplicaron sus conocimientos empresariales y financieros al sistema tradicional, dando carta de legitimidad a lo que desde entonces se denomina como cine comercial. Por supuesto, dentro de este sólido mercado también surgen grietas por las que de vez en cuando se cuela alguna excepción en forma de película valiente y distinta a las demás, pero lo normal es que cualquier producto con ciertas veleidades artísticas o un tema espinoso sea elaborado por una compañía independiente o una filial de los grandes estudios. Un buen ejemplo de esto se encuentra en Wonder Women y el profesor Marston.
La película comienza con el consabido rótulo de basada en hechos reales, un motivo para mantenerse alerta, ya que el profesor Marston del título es el creador de un personaje de cómic en auge: Wonder Woman. Debido a que la superheroína ha sido recientemente llevada al cine con una oportuna campaña de promoción que alaba sus virtudes feministas, cabe sospechar que el largometraje dirigido por Angela Robinson trate de beatificar al autor y de dar coartada a su peculiar modo de vida: convive con dos mujeres, inventa el detector de mentiras, estudia la relación entre el comportamiento humano y la práctica sexual del bondage... en definitiva, William Marston era lo que en los años cincuenta se consideraba un individuo peligroso, el terror de los moralistas y los biempensantes. Semejante material daba para crear una película de vocación subversiva y provocadora, sin embargo, eso hubiese eliminado sus posibilidades comerciales y su acceso al gran público. Así que los productores de Annapurna Pictures no se la han jugado y han limado las asperezas hasta obtener un producto limpio, suave y brillante. Una película calibrada para no molestar a nadie, rebajando la transgresión del planteamiento inicial. ¿De qué manera? Pues recurriendo a la tranquilidad que proporcionan los lugares comunes.
Es decir: una planificación funcional y plana, una música que subraya las emociones, unas interpretaciones afectadas por parte de los actores... y eso que Luke Evans, Rebecca Hall y Bella Heathcote hacen esfuerzos por dar credibilidad a sus personajes, pero lo hacen desde el tic gestual y la pose ensayada. Se podría decir que Wonder Women y el profesor Marston tiene el espíritu de una pequeña fiera domesticada para enseñar los dientes sin morder, que transmite belleza, armonía, entretenimiento... pero a la que le faltan garras y energía para conseguir ser relevante.
Cabe destacar algunas secuencias de montaje (el paralelismo entre la ficción y la realidad cuando las viñetas ilustran los fetichismos del profesor Marston), además de algunos aciertos visuales (la transmutación del personaje de Olive en Wonder Woman, la entrada de las dos mujeres en la habitación de hospital). Apenas unos apuntes de por dónde tendría que haber transitado el film para alcanzar mayor impacto emocional, pero Robinson termina siendo demasiado prudente, o tal vez sus productores, quien sabe... En cualquier caso, Wonder Women y el profesor Marston tiene la virtud de atreverse con un argumento controvertido que hará reflexionar al gran público, pero que puede decepcionar las expectativas de quienes esperaban adentrarse en el universo complejo y fascinante de sus protagonistas.