Tully. 2018, Jason Reitman

El trío formado por el director Jason Reitman, la guionista Diablo Cody y la actriz Charlize Theron vuelve a reunirse siete años después de Young adult para elaborar una nueva reflexión sobre el paso del tiempo. Tully recupera algunos de los hallazgos de aquella comedia y los amplifica desde una perspectiva más íntima y personal, introduciendo además un componente irreal muy estimulante.
El guión sigue las andanzas de Marlo, una mujer de mediana edad que espera su tercer hijo en medio de una crisis de identidad. La llegada de una joven que se encargará de su bebé por las noches transformará la rutina de Marlo y su percepción de todo lo que le rodea, empezando por ella misma. Se trata de una comedia con regusto amargo, en la que muchas espectadoras se sentirán reconocidas y que conecta oportunamente con las reivindicaciones feministas del presente. Tully expone el catálogo de las sobrecargas que atenazan a tantas mujeres en la misma situación que la protagonista, asediadas por una hiperactividad que les anula como personas. En contra de lo que  suele ser habitual en las producciones de Hollywood, aquí la moraleja no resulta ingenua ni complaciente, pero sí permite salir de la sala con una sonrisa en los labios.
Al igual que las anteriores películas del director, Tully luce una puesta en escena sencilla pero eficaz, que demuestra el pragmatismo de Reitman a la hora de situar la cámara y componer los encuadres. El relato es lo importante, y su evolución dramática queda bien definida por el trabajo de los actores, en especial de una soberbia Charlize Theron. La actriz carga sobre sus hombros con el peso de la película y vuelve a demostrar sus dotes interpretativas mediante una recreación cercana y sobria, que llena de humanidad a su personaje. Además, está magníficamente respaldada por Mackenzie Davis y Ron Livingston entre otros, en un reparto ajustado y compacto que da credibilidad a los diálogos.
Como es habitual, Reitman cuida la selección musical que suena en la película manejando las sensaciones que reportan al público. Que son las de una alegre melancolía con espacios para la reflexión y el simbolismo, como queda representado en las imágenes recurrentes de sirenas que cruzan la mente de Marlo, no como un capricho visual o una licencia poética, sino para establecer una trama invisible que se desvelará solo al final.  Y es que el guión firmado por Cody mantiene la coherencia entre lo que se quiere contar y cómo contarlo, con una atención especial en los detalles y en las relaciones entre los personajes.
En resumen, Tully es una pequeña joya muy necesaria en estos tiempos de concienciación sobre la igualdad de género, que practica la alquimia de los talentos de sus tres creadores: Reitman, Cody y Theron.