ELISA Y MARCELA. 2019, Isabel Coixet

La creciente visibilidad del colectivo LGTBI ha permitido que el cine de los últimos años normalice las relaciones homosexuales en sus argumentos, más allá del cliché que anida en los personajes del secundario extravagante o el antagonista retorcido. El reflejo en las pantallas de esta realidad se ha ralentizado y oscurecido todavía más en el caso de las mujeres lesbianas, una desigualdad que poco a poco se va corrigiendo gracias al estreno de films como La vida de AdèleCarol, Desobediencia y Carmen y Lola. Títulos a los que se incorpora Elisa y Marcela, drama ambientado en la España de comienzos del siglo XX que dirige Isabel Coixet con la producción de Netflix.
Uno de los rótulos que abren la película anuncia que está inspirada en una historia real. Es importante recalcar lo de inspirada (y no basada) porque, como es habitual en el cine de Coixet, aquí lo esencial son los sentimientos y las interioridades de los personajes, más que la fidelidad a unos hechos de los que no se tiene toda la información. La directora construye su propia versión en compañía de Narciso de Gabriel, autor de escritos literarios en torno al que está considerado como el primer matrimonio homosexual oficiado en nuestro país.
La pareja protagonista está interpretada por Natalia de Molina y Greta Fernández, dos jóvenes actrices que hacen toda una exhibición de naturalidad y verismo. La película descansa sobre sus rostros y los hace participar del paisaje, bien sea el exterior de la naturaleza o el interior doméstico, en ambos casos Coixet pone interés en relacionar la figura con el entorno. Porque Elisa y Marcela tiene una vocación más humanista que histórica, a pesar de la procedencia real de los acontecimientos, el foco siempre se sitúa en los personajes y en su carácter íntimo. En el reparto se encuentran algunos nombres conocidos como los de María Pujalte, Francesc Orella, Manolo Solo y Lluís Homar, entre otros actores que interpretan papeles breves pero relevantes en la narración.
Lo primero que destaca de Elisa y Marcela es su evidente voluntad de estilo. La película posee un lenguaje visual que no se queda solo en el capricho estético, sino que aporta gran expresividad al relato mediante la cuidada composición de los encuadres y la fotografía en blanco y negro de Jennifer Cox, quien aprovecha las posibilidades de la iluminación que ofrece el monocromo. Ella y Coixet crean bellas imágenes que adquieren identidad en el montaje y que envuelven la película de una atmósfera sensitiva y poética, con un gran poder de seducción. Esta manera de contar la historia atenúa el drama que vive la pareja protagonista y evita que caiga en el exceso, sin perder por ello contundencia. Elisa y Marcela es un cuento de amor triste, que comienza con ligereza pero que se va agravando según transcurre la acción y se suceden los escenarios. Una delicatessen que aporta perspectiva histórica a la lucha por la igualdad y los derechos de las lesbianas.
A continuación, uno de los temas musicales que suenan en la banda sonora compuesta por Sofía Oriana Infante. Una bonita melodía de cuerdas que define bien el espíritu romántico de la película. Relájense y disfruten: