LOS CELOS. "La jalousie" 2013, Philippe Garrel

Título que inicia la denominada trilogía de los celos de Philippe Garrel, integrada por pequeños cuentos morales con reminiscencias de los que realizó Rohmer en los años sesenta y setenta. No es la única influencia proveniente de la nouvelle vague: en Los celos también se escuchan ecos de Eustache y Truffaut, tanto en el espíritu que recorre la película como en las formas. La película narra la relación de una pareja que trata de cubrir sus carencias sentimentales con escarceos secretos, lo cual permite al director explorar los diferentes grados de dependencia emocional y las particularidades de la convivencia. Todo contado en menos de ochenta minutos, ya que Garrel evita ser exhaustivo y opta por un estilo impresionista que esboza las situaciones y omite cualquier intensidad. Las escenas que se suceden en Los celos podrían ser los descartes de otras películas románticas más pasionales que esta, y también más alejadas de la realidad. Garrel se muestra interesado en retratar los tiempos muertos de los que suele prescindir el cine para dotarlos de vida mediante el naturalismo de la puesta en escena y la cercanía de los actores.

La actitud casi ascética de Garrel tiene reflejo en las imágenes, cuya austeridad queda patente en una planificación sencilla y sin artificios. El montaje dentro de las secuencias es sustituido por los movimientos de cámara para reencuadrar a los personajes (a la manera de Woody Allen, de quien hay otras referencias como el suicidio fallido). Son recursos visuales reforzados por la sobriedad del blanco y negro y la labor cómplice de Louis Garrel y Anna Mouglalis, intérpretes que aúnan credibilidad y presencia. Nunca se llega a conocer del todo a sus personajes, porque Los celos así lo pretende. Todo en el film adquiere el trazo leve de un borrador, como un cuaderno de notas en el que se van apuntando cosas que a veces no se retoman. Esto sucede con algunos personajes episódicos (el escritor amigo de la protagonista, o la madre que pierde el trabajo), y que confiere al conjunto un carácter inacabado, que puede provocar desconcierto. La película parece admitir sus propias imperfecciones y las incorpora en la trama, para transmitir la sensación de eventualidad que define la última etapa de Philippe Garrel. Una ligereza que se adquiere en la madurez, tras años de experimentación y muchos caminos desandados.