EL BUEN PATRÓN. 2021, Fernando León de Aranoa

Después de haber viajado en la ficción a la guerra de los Balcanes o a la Colombia del narcotráfico, Fernando León recupera la actualidad española en El buen patrón. Una película que supone, además, su regreso a la tragicomedia de costumbres que le dio prestigio dos décadas atrás en títulos como Barrio y Los lunes al sol. León escribe, produce y filma una sátira en la que retoma uno de sus temas predilectos, el empleo, pero en esta ocasión cambia de perspectiva y adopta el punto de vista de quien se sitúa en un escalafón por encima de los trabajadores.

La película comienza con el discurso del jefe de una compañía de básculas. Las palabras pronunciadas sobre una plataforma le colocan en posición de superioridad física respecto al personal de la fábrica, en contra del mensaje que pretende transmitir: "Todos estamos juntos en esto, somos una familia..." Esta idea será repetida a lo largo del metraje. No es casualidad que los términos patrón y padre compartan la misma raíz latina, algo que el director aprovecha para retratar las prácticas laborales asociadas al comportamiento humano, los niveles de jerarquía y los mecanismos del poder.

El buen patrón construye su armazón narrativo en torno a la figura del protagonista, interpretado por Javier Bardem en su tercer encuentro con León de Aranoa. El actor adapta sus recursos expresivos al tono de parodia mordaz que predomina en el film, desplegando un catálogo de gestos y tics que moldean al personaje de Julio Blanco, fácil de reconocer por cualquier espectador con experiencia en la empresa privada. Bardem resulta genial y excesivo, sin perder por ello ni un ápice de credibilidad. Lo mismo se puede decir de sus compañeros de reparto: Manolo Solo, Almudena Amor, Sonia Almarcha, Óscar de la Fuente y muchos más, todos igual de eficaces y precisos. La habilidad de Fernando León para los diálogos queda reforzada por este conjunto de rostros que representan, cada uno a su manera pero siempre en sintonía, un amplio abanico de actitudes y caracteres.

En una película como El buen patrón, el reparto no está al servicio del director sino que se establece una alianza creativa que va en favor del conjunto. Así, León de Aranoa planifica las escenas teniendo en cuenta la relación de los personajes con la cámara (por ejemplo, en el travelling circular que acompaña el movimiento de Bardem en una de sus elocuciones) y el significado de los elementos que componen la imagen (el muro fraccionado al fondo de los personajes de Bardem y Solo mientras cenan, como símbolo de su separación). Se trata de conceptos más o menos sutiles que aportan profundidad a la película e ilustran la destreza discreta de León de Aranoa como cineasta, rodeado de un equipo que aporta coherencia: Pau Esteve Birba es responsable del realismo de la fotografía, y Zeltia Montes de la música vivaz que apunta el humor de muchas situaciones.

En definitiva, hay que celebrar que Fernando León haya recobrado el interés por ser cronista de un país extraño y fascinante como es España. Al igual que otros trabajos del autor, El buen patrón quedará como testimonio para la posteridad de ciertas dinámicas empresariales que disfrazan la explotación de progreso.