LA ÚLTIMA PELÍCULA. "Last film show" 2021, Pan Nalin

Pan Nalin es un director interesado en las relaciones sociales y en todas aquellas cuestiones humanas que ponen al individuo en el centro, dentro de una colectividad. Además desmenuza las peculiaridades de la cultura india en la que vive y trabaja, con una mirada que no evita los lugares comunes ni incomoda al espectador. De hecho, si algo se le puede achacar es esa propensión a la moraleja fácil y aleccionadora que suele llenar su cine de buenas intenciones. ¡Ojalá las buenas intenciones fueran suficientes para valorar cualquier trabajo! De ser así, La última película podría ser considerada un título destacable. Pero no lo es. El motivo es que pone mucho esfuerzo en ensalzar unos propósitos que sin duda son justos... pero detrás de la emoción bien diseñada de sus imágenes, apenas queda nada, un simulacro perfecto de bondades y virtudes fabricadas para enternecer el corazón del cinéfilo sensible.

A primera vista, el argumento podría parecer una versión oriental de Cinema Paradiso: la sencilla vida de un niño en el entorno rural se ve alterada cuando descubre la fascinación por el cine y entabla amistad con el proyeccionista de una vieja sala. Nalin dota al joven protagonista de una curiosidad por experimentar con la luz y los rudimentos mecánicos del cine que le permiten explayarse con la estética del film. La fotografía de La última película desarrolla una amplia gama de colores brillantes y de contrastes luminosos, adoptando el estilo visual propio de la publicidad. Todos los planos carecen de profundidad y muestran el fondo desenfocado sin ninguna razón que lo justifique, lo cual acrecienta la impostura del conjunto. La contradicción del director consiste en homenajear al cine (hay alusiones directas a Kubrick, Spielberg y otros autores) a base de emplear un lenguaje formal muy poco cinematográfico, con apariencia de anuncio televisivo.

La película tampoco depara sorpresas a nivel narrativo. Las escenas tienen un desarrollo estrictamente funcional y los personajes se amoldan a clichés de sobra conocidos: el padre riguroso, la madre esforzada, los amigos leales, el profesor motivador... sin que medie ningún otro rasgo de carácter. Se trata de un cuento, pero un cuento ingenuo que contiene una moraleja muy extendida en estos tiempos, de enorme toxicidad: esa que asegura que hay que perseguir los sueños para verlos cumplidos. Una lección temeraria que alimenta las frustraciones de la población, estimula la competitividad de los egos y sirve como consuelo a las pobres gentes a las que Pan Nalin retrata con paternalismo y condescendencia. En suma, La última película es un producto elaborado con primor para agradar al público, una tarea loable que se puede volver perniciosa cuando para lograrlo se emplea la obviedad y la cursilería.