AMENAZA EN LA SOMBRA. "Don't look now" 1973, Nicolas Roeg

Nicolas Roeg no estaba demasiado interesado en las historias. Aunque muchas de sus películas son adaptaciones de novelas, el influjo visual de su cine siempre se impone sobre el desarrollo narrativo.  Prueba de ello es la versión para la pantalla que hizo del original literario de Daphne Du Maurier que en España se tituló, con bastante imaginación, Amenaza en la sombra. Se trata del tercer largometraje de ficción del director, uno de los trabajos más conocidos dentro de su irregular carrera, que filma por primera vez con un presupuesto holgado y una pareja de protagonistas muy representativos de aquel momento, Donald Sutherland y Julie Christie. La película se localiza casi por completo en Venecia y podría enmarcarse en el género del terror psicológico, tan en boga en los años setenta gracias al éxito de La semilla del diablo.

El film bebe también de las fuentes del giallo italiano, no en vano Roeg se deja influir por el misterio sobrenatural y el romanticismo decadente que propicia el escenario de una ciudad con infinidad de callejuelas y recovecos cuya amenaza se acrecienta cuando llega la noche. La fotografía de Anthony B. Richmond saca partido del contraste de luces y sombras invernales que envuelven la acción, además de los colores densos que juegan un papel importante en la trama (en especial el rojo). Como curiosidad, cabe señalar que la música supone la primera composición para el cine de Pino Donaggio, quien a partir de entonces desarrollará una reconocida trayectoria dentro del género.

Roeg emplea estos elementos como un soporte sobre el que extender su estilo prolijo y barroco, con abundantes planos y una gran variedad de tamaños y ángulos. Amenaza en la sombra posee riqueza audiovisual, pero es descuidada en la organización del relato. Los dos primeros actos se siguen con interés, ya que el espectador se deja envolver con facilidad por la atmósfera de misterio que se va diluyendo hasta la llegada del tercer acto, algo errático y falto de impacto. El director trata de solucionarlo con un desenlace poco creíble, al borde del absurdo, que deja una sensación decepcionante. Es una lástima, porque buena parte de la película transcurre con el ritmo adecuado para provocar la incertidumbre que requiere la historia, no así el tramo final, con personajes que pierden fuelle y secuencias que no van a ninguna parte.

Tampoco es que los actores puedan contribuir a llevar el conjunto a buen puerto, porque sus personajes no terminan de definir sus intenciones... y Sutherland y Christie no están del todo bien dirigidos. Nicolas Roeg pone músculo en la planificación y el montaje, con algunas escenas muy llamativas que juegan con el punto de vista y el simbolismo, pero no son suficiente para redondear una película desigual, que intercala la gravedad con lo anodino. Por fortuna, siempre queda disfrutar con la belleza de Venecia y de Julie Christie, ambas deslumbrantes por igual.