WALKABOUT. 1971, Nicolas Roeg

A finales de los años sesenta y principios de los setenta surge una generación de directores que experimentan con el lenguaje cinematográfico y participan en la corriente renovadora del nuevo Hollywood. Los nombres más citados de este movimiento son Scorsese, Coppola, Spielberg, De Palma... sin embargo, hay otros muchos autores que no llegan a desarrollar unas carreras tan largas pero que también contribuyen de manera esporádica a promover estos cambios, ya sea en los Estados Unidos como en Inglaterra o Australia. Uno de ellos es Nicolas Roeg, que en 1971 dirige su primera película en solitario apenas un año después de haber debutado con Performance, realizada a medias con Donald Cammell. En Walkabout se traslada del swinging London al paisaje natural australiano, escenario donde transcurre la novela homónima de James Vance Marshall que Edward Bond convierte en guion.

El origen literario de la película no impide que Roeg haga un trabajo eminentemente visual. Walkabout despliega las capacidades del director para crear imágenes expresivas que cuentan por sí mismas, sin necesidad de recurrir a diálogos ni escenas explicativas para que los personajes se definan y la acción avance, por ejemplo. No es necesario. La elocuencia de Roeg se manifiesta con las herramientas propias del cine: la planificación y el montaje. Su experiencia acumulada como director de fotografía, función que ejerce aquí por última vez, le dota de conocimientos técnicos que él aplica con fines narrativos. Así, el empleo de determinadas lentes y movimientos de cámara, el uso de la luz y los colores, la variedad de encuadres, ángulos y tamaños... son medios que Roeg utiliza para hacer evolucionar la historia, al mismo tiempo que conforman la identidad estética del film.

Porque la historia en sí es muy sencilla, hasta el punto de contener cierto misterio, por tratar con elementos básicos y de calado espiritual. Dos hermanos quedan abandonados en el desierto después de que el padre haya tratado de matarles y luego se suicide, sin que el espectador conozca los motivos exactos. Antes se ven unas secuencias en la ciudad en las que se intuye una vida insatisfactoria que deriva en el estallido de enajenación mental. Entonces comienza lo importante, que es la supervivencia de los jóvenes en mitad del paraje agreste y su relación con un chico aborigen que está atravesando una prueba de iniciación a la que ellos se unen. Es un relato de tránsito a la madurez sobre todo por parte de la hermana mayor, muy bien interpretada por Jenny Agutter con apenas dieciocho años.

Tal vez lo más llamativo de Walkabout sea el montaje. Nicolas Roeg destaca en estos primeros tiempos por la yuxtaposición de planos y el estilo disruptivo que algunas veces recuerda a Eisenstein y otras a las vanguardias europeas. En el primer acto abunda el montaje intelectual que contrapone imágenes y sonidos para elaborar un discurso de conflicto entre civilización y naturaleza, orden y caos. Más tarde, el director disemina a lo largo de la película numerosos planos de animales que transmiten amenaza, atractivo, repulsión... casi a modo de documental de naturaleza, con la diferencia de que aquí cada ser vivo (y muerto) entraña su simbolismo.

La poderosa música de John Barry confiere al conjunto una atmósfera particular que puede haber envejecido en algunos momentos, pero que sin duda hace de Walkabout uno de los títulos más notables del director. Es cine que apela a los sentidos más que a la lógica de la ficción, cine arriesgado y representativo de un periodo, la década de los setenta, que no volverá a conocer el mismo nivel de libertad en la industria.

A continuación, el programa que dedicamos a Walkabout y que recomendamos ver para profundizar en algunos aspectos de esta singular película: