UNA CANTA, LA OTRA NO. "L'une chante, l'autre pas" 1977, Agnès Varda

El cine de Agnès Varda posee un marcado carácter feminista que se expresa de diversas formas, mediante la elección del tema, el desarrollo de la ficción o la actitud de los personajes, por ejemplo. Una canta, la otra no narra la relación de amistad de dos mujeres en diferentes etapas, desde que una de ellas decide abortar y la otra le ayuda, hasta que años después ambas consiguen culminar sus respectivos proyectos de vida. Entre medias hay drama, romance e incluso musical, puesto que la faceta artística de la más joven interviene activamente en la trama.

El guion recoge cuestiones que preocupan a la sociedad de entonces, en especial a las mujeres: las dificultades para interrumpir el embarazo, las normas impuestas por el patriarcado, la conciliación familiar y laboral, la emancipación económica... son asuntos que Varda trata siguiendo el devenir de las protagonistas, en orden lógico y riguroso, casi como si se atuviese a los puntos de un manifiesto. Puede que Una canta, la otra no sea la más militante de todas las películas de Varda y, por eso mismo, la más evidente. Lo cual es un problema. En lugar de contar una historia y dejar que el público extraiga las conclusiones, la directora subraya el mensaje que quiere transmitir para que no haya dudas. La propia Varda presta su voz como hilo conductor en algunas elipsis temporales, sumándola a las de las protagonistas, que exteriorizan sus pensamientos. Esto provoca que algunos momentos del film resulten en exceso literarios, con una insistencia en el discurso que resta naturalidad y frescura al conjunto. Y eso que Varda se esfuerza por aportar dinamismo a la planificación, con escenas de diálogo donde la cámara se desplaza con soltura de un personaje a otro, o en secuencias de conjunto que requieren cierta complejidad. La fotografía de Charles Van Damme es de una belleza discreta, con un inteligente uso de la luz y los colores que captura la iconografía de aquel periodo, tanto en los entornos rurales como en los urbanos.

Tal vez los instantes de mayor disfrute sean proporcionados por las actrices Valérie Mairesse y Thérèse Liotard, ambas perfectas en sus papeles distintos y complementarios. Ellas imprimen personalidad a una película que no puede evitar caer en el didactismo y que se vuelve discursiva según avanza hasta llegar al desenlace, una moraleja bonita pero aleccionadora. Una canta, la otra no es la prueba de que Agnès Varda alcanza sus mayores logros cuando emplea la sugerencia y no cuando exhibe sus intenciones, como es el caso. La razón de sus argumentos es tan poderosa que no necesita dejarlo claro en las imágenes.