DIAL 1119. 1950, Gerald Mayer

A primera vista, podría parecer que Gerald Mayer es un caso más de nepotismo dentro de la industria del cine. Con treinta años debutó en la dirección auspiciado por el estudio Metro-Goldwyn-Mayer, uno de los más importantes durante la primera mitad del siglo XX, que era propiedad del todopoderoso Louis B. Mayer... a la sazón, tío de Gerald. Sin embargo, el director novato no contó con un gran presupuesto ni con estrellas en el cartel. Al contrario: Dial 1119 es un noir de serie B que sitúa buena parte de la acción en escenarios únicos y con un grupo reducido de personajes. Lo cual no le impide ser una película contundente y certera, que sin duda merece más reconocimiento del que ha tenido a lo largo de los años.

El guion escrito por John Monks Jr. comienza como un mosaico de situaciones dispersas que sirve para presentar a los personajes: una mujer de mediana edad que todavía vive con su madre y que desea disfrutar de una escapada de fin de semana, un periodista harto de no dar nunca con noticias relevantes que abandona el periódico donde trabaja, un camarero a punto de ser padre, una prostituta que aguarda a los clientes entre copa y copa... y varios más, entre los que se cuela un joven perturbado que les toma a todos como rehenes en un bar sitiado por la policía y los medios de comunicación. Una historia así se presta al retrato de diversos perfiles humanos y al desarrollo de una tensión que va en aumento según se desarrollan los apenas setenta y cinco minutos de metraje. Y es que todo es pequeño en Dial 1119, menos el resultado.

Hay otros títulos de la década de los cincuenta que siguen esta misma fórmula del conjunto de personajes retenido en un espacio común por una o varias personas armadas (SuddenlyThe desperate hours). La virtud de Dial 1119 reside en dos aspectos fundamentales: por un lado, la manera que emplea Mayer de conectar las escenas mediante elementos visuales y sonoros, obteniendo una fluidez narrativa que permite que todas las piezas se engarcen con naturalidad. Así, la radio y la televisión ejercen de vasos comunicantes entre los distintos escenarios y agilizan el ritmo que mantiene el relato.

El otro factor destacable son los cuestionamientos que el film contiene en torno a las jerarquías de poder y a la sociedad de la comunicación, capaz de convertir a personas anónimas en héroes o villanos según las necesidades del público. Temas de plena vigencia que hacen de Dial 1119 un entretenimiento mordaz y a la vez gozoso, que trasciende su condición de producto de segunda categoría y se eleva a la altura de clásico del cine negro. A pesar de lo ajustado del presupuesto, Gerald Mayer logra una factura visual impecable y una buena labor por parte de los actores y actrices que integran el reparto. El director completó su trayectoria cinematográfica con cinco películas más antes de centrarse por completo en las series televisivas, donde seguiría practicando este formato breve y conciso durante mucho tiempo, una vez que su influyente tío había muerto.