RUIDO DE FONDO. "White noise" 2022, Noah Baumbach

Por primera vez, Noah Baumbach parte de una obra literaria para explorar nuevos caminos dentro de su filmografía. Y no elige un texto cualquiera, sino Ruido de fondo, novela de Don DeLillo que plantea retos en cuanto a trasladar a la pantalla cuestiones graves como el miedo a la muerte o la incidencia de la tecnología en la vida cotidiana, pero en clave de comedia mordaz. Baumbach despliega todas sus dotes como cineasta para imprimir energía en esta sátira ambientada en los años ochenta, que sigue hablando al espectador de hoy.

Al igual que el libro, el film está dividido en tres segmentos separados por elipsis temporales que retratan a una familia norteamericana residente en los suburbios de una ciudad del medio-Oeste. Los padres están interpretados por actores que repiten con el director: Adam Driver y Greta Gerwig. Él es un catedrático reconocido de Hitlerología que da clases en la Universidad, mientras que ella se encarga de mantener el hogar y la abundante prole que han ido acumulando de anteriores matrimonios. Las escenas de conjunto recuerdan mucho al cine de Spielberg de aquella época, esos hogares destartalados donde todos hablan al mismo tiempo y las relaciones de poder se dirimen entre la televisión y la nevera. Ruido de fondo tiene un reparto coral que supera los límites del espacio doméstico y se expande por la región, ya que en el segundo acto se produce una emergencia tóxica que obliga a la población a abandonar sus hogares. Sin renunciar nunca a la comedia, Baumbach hace transitar la película por otros géneros hasta oscurecerse de manera definitiva en el tercer acto... al menos, hasta la llegada del desenlace.

Sobra decir que Ruido de fondo juega a romper cualquier expectativa creada durante el desarrollo y que es muy poco convencional. En todo caso, la definición en la que mejor encaja es la de farsa sobre la sociedad de consumo y el modelo de vida supuestamente avanzado que impera en los Estados Unidos. No conviene desvelar aspectos de la trama para no eliminar el factor sorpresa, que es uno de los alicientes del film. Otro es el tono empleado por el director para contar la historia. Baumbach se muestra impetuoso en el guion y dinámico con la cámara para seguir las evoluciones de los personajes, ajustando su estilo a las necesidades de un proyecto más ambicioso que los anteriores. Este cambio le obliga a redoblar esfuerzos en cuanto a imaginación y destreza técnica: hay guiños a Hitchcock (el plano que atraviesa el campamento nocturno hasta terminar en la pastilla que se traga la madre), además de filigranas visuales como la búsqueda del medicamento entre la basura por parte del padre en el trastero. El estilo desarrollado por el director tiene una gran proliferación de encuadres y de ángulos, siempre buscando la mayor expresividad de las acciones y los personajes. Buen ejemplo de ello es la escena del discurso sobre las madres de Hitler y Elvis (en la que interviene Don Cheadle) que logra envolver al espectador en la retórica desquiciada de los ponentes mediante los recursos de la imagen. Y la palabra, claro.

Habrá quien acuse en Ruido de fondo un exceso de literalidad en los diálogos, y no le faltará razón. Sin embargo, en este caso existe una justificación y es que la ausencia de "conversaciones naturales" responde al afán por acercar la película al artificio esperpéntico, algo que Baumbach consigue también en términos visuales en compañía de Lol Crawley, cuya fotografía refuerza la irrealidad del conjunto (atención a la secuencia final en el motel). En suma, Ruido de fondo conjuga con acierto su disparidad de elementos narrativos y dramáticos, gracias a un diseño de producción muy elaborado, a la entregada labor de los actores y al pulso de Noah Baumbach, director que sigue dejando patente su inteligencia, lucidez y, sobre todo, su sentido del humor.