TORI Y LOKITA. "Tori et Lokita" 2022, Jean-Pierre y Luc Dardenne

No es la primera vez que el cine de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se adentra en el drama de la inmigración irregular. Títulos como La promesa, El silencio de Lorna o La chica desconocida han reflejado esta problemática desde distintas perspectivas, pero seguramente nunca antes con la rotundidad y la aspereza de Tori y Lokita, un mazazo para la conciencia del público acostumbrado a escuchar noticias terribles en los informativos sin llegar nunca a sentirse concernido por lo que le cuentan. Para eso se hacen películas así: para dejar constancia de lo que sucede en las orillas del estado del bienestar, de modo crudo pero sin sensacionalismo, apelando a la empatía pero sin masajear el ego de las buenas intenciones. Es un equilibrio complejo que los dos cineastas belgas practican de manera ejemplar, más teniendo en cuenta que ambos bordean los setenta años y no muestran síntomas de acomodarse.

El argumento de Tori y Lokita sigue los pasos de dos jóvenes que conviven en un centro de internamiento y que tratan de salir adelante aceptando trabajos precarios, trapicheando y enfrentándose a los requisitos legales que les impiden regularizar su situación. La película comienza como una crónica social y termina convertida en un thriller de consecuencias trágicas, próxima al género de terror. Todo narrado con un naturalismo que traspasa la pantalla y que evita el maniqueísmo y la propaganda de la miseria en la que incurren otras producciones de vocación samaritana. No, los directores sienten el máximo respeto por los personajes y por el público, tendiendo un puente entre ambos sostenido por la mirada.

Y es que la mirada contiene una gran importancia en el cine de los Dardenne. Lo que mira el espectador y lo que miran los personajes no siempre coincide, hay un espacio intermedio que debe ser completado a través de elipsis (la escena de Tori escondido bajo la cama de Lokita mientras es extorsionada) o del fuera de campo (el encuentro final entre el captor y su presa en la carretera). Estos y otros muchos momentos inciden en el punto de vista como recurso que unas veces niega y otras acompaña, siempre y cuando se cuente con la complicidad de quien ocupa la butaca. Por eso es un cine tan estimulante, porque hace trabajar al cerebro a través de los detalles y sin abandonar nunca la emoción.

La imagen inicial que abre el film es un primer plano de Lokita. Después habrá muchos más porque el plano corto es la herramienta perfecta para apoyar todo lo dicho antes. Del mismo modo, la cámara en mano y la puesta en escena siempre en favor del verismo refuerzan la credibilidad del relato, a lo que contribuyen las interpretaciones de los actores, que en el caso de los protagonistas no son profesionales. Tori y Lokita perpetúa el estilo de los hermanos Dardenne y supone un nuevo eslabón dentro de una cinematografía exigente, pulcra y sin concesiones, que parece más una misión en la vida que una dedicación laboral.