EL CHICO Y LA GARZA. "Kimitachi wa dô ikiru ka" 2023, Hayao Miyazaki

A día de hoy, el estreno de una nueva película de Hayao Miyazaki adquiere la categoría de acontecimiento, más aun cuando el director había anunciado su retirada tras realizar El viento se levanta. Una década después llega El chico y la garza, adaptación libre del clásico de la literatura juvenil de Genzaburô Yoshino, que Miyazaki desborda de fantasía. Una vez más, se trata de una historia de maduración en la que un chico se adentra en un mundo irreal donde tendrá que superar grandes pruebas y aliviar sus traumas, una metáfora de las complicaciones a las que nos somete la vida, salvables con inteligencia y valor.

Es fácil establecer comparaciones con los argumentos de El viaje de Chihiro, El castillo en el cielo o Mi vecino Totoro, ya que Miyazaki incluye referencias a su propia obra a lo largo del metraje. Así, sus seguidores reconocerán las claves temáticas y de estilo desarrolladas durante tantos años, que le han convertido no solo en uno de los autores de animación más apreciados, también en uno de los cineastas más respetados por la constancia e integridad de su trabajo. Lo cual le ha permitido contar con un presupuesto muy amplio que él retribuye doblando la apuesta en imaginación y aventura, hasta el punto de que puede haber espectadores que terminen fatigados de todo cuanto sucede en la pantalla. Son dos horas que no dan tregua y apenas dejan lugar al sosiego, como si Miyazaki quisiera enfrentar sus ochenta y dos años con un despliegue de vigor que le emparenta con el muchacho protagonista.

La belleza visual de El chico y la garza luce tan deslumbrante como de costumbre. El torrente de imágenes sobre el que transcurre el relato proporciona placer a los ojos, pero también es muy estimulante en cuanto a la percepción (la escena inicial del incendio) o la relación entre el tiempo fílmico y el tiempo vivido (las ensoñaciones y espejismos). Es un lenguaje estético reconocible y a la vez capaz de renovarse en cada película con una energía inagotable. El primer acto del guion es el más sereno de los tres, con apuntes musicales por parte de Joe Hisaishi que van construyendo la atmósfera que se solidificará después.

En suma, cabe celebrar una película como El chico y la garza por diferentes motivos: por ser la despedida (está por ver) de un maestro del anime clásico que reivindica las técnicas tradicionales, por conseguir aglutinar buena parte de su filmografía sin agotarla, por mantener la capacidad de fundir la entelequia con la realidad, por el esplendor plástico... Hayao Miyazaki sigue fiel a sí mismo y cultiva imaginarios colectivos que nunca pierden vigencia, como los cuentos que se transmiten de generación en generación.