REWIND & PLAY. 2022, Alain Gomis

Algunas veces, el mejor cine se encuentra donde menos se espera. Por ejemplo, en las grabaciones de un programa musical emitido en 1969 en la televisión francesa. El pianista y compositor Thelonious Monk termina en París su gira europea y es invitado a participar en Jazz portrait para interpretar unos temas en directo y someterse a una entrevista. En aquellos tiempos, pocos artistas negros viajaban en compañía de representantes o asistentes personales, por lo que Monk se enfrentaba solo a las vicisitudes de cada escenario únicamente con el respaldo de Nellie, su mujer. Ella fue el soporte del carácter singular de su marido, un comportamiento que todos consideraban extravagante sin saber que ocultaba los síntomas de una enfermedad mental que nadie sabía diagnosticar a ciencia cierta y que le conduciría por un laberinto de fármacos y medicaciones fallidas. Nada de esto se explica en el documental Rewind & Play (salvo una breve aparición de Nellie al principio, tras aterrizar en la ciudad), pero todo está implícito en las imágenes encontradas por Alain Gomis, director franco-senegalés que decidió recuperar el material íntegro del viejo programa para resignificar la historia de Monk a través del montaje.

Lo que muestra la película son tomas descartadas del intento de conversación que sostuvo Henri Renaud, el conductor del programa, con un Monk dubitativo que no sabe dar respuestas coherentes a lo que se le pregunta. El entrevistador mantiene en todo momento una actitud desdeñosa e insolidaria producto de la frustración, ya que no obtiene la charla deseada que le permita brillar frente a la cámara. La mirada perdida de Monk flota en planos muy cortos que tratan de escudriñar qué hay detrás de ese gesto quebradizo y sudoroso, a punto de desmoronarse, que solo se concentra cuando toca en solitario Crepuscule with Nellie, Monk's Mood, 'Round Midnight o alguna de sus otras piezas maestras.

Rewind & Play pertenece al género de películas de metraje encontrado que se construyen y adquieren sentido mediante la edición de imágenes y sonidos. Gomis expresa las intenciones del film de manera cauta y sutil, sin estridencias (hay apenas algunos efectos sonoros añadidos) dejando las conclusiones en manos del público. Su intervención se basa en seleccionar y distribuir los elementos en el montaje para que el espectador entienda con facilidad el relato de vulnerabilidad y egolatría que enfrenta a los dos protagonistas. Todo ello esquivando los subrayados, el dramatismo fácil y los demás trucos ajenos a la esencia del lenguaje cinematográfico, que no necesita ser explicado más que en su propia naturaleza audiovisual. Un ejercicio de representatividad que debería ser visto no solo en las escuelas de cine, también en las de periodismo.