FINIS TERRAE. 1929, Jean Epstein

En los años veinte del siglo pasado, Jean Epstein descubre la Bretaña francesa y enseguida se convierte en uno de los escenarios habituales de su imaginario creativo. Sobre todo la costa y las islas, donde filma una serie de películas que tienen como protagonistas a marineros, pescadores y gente del mar enfrentada al reto de sobrevivir en condiciones adversas. La primera de ellas es Finis Terrae, un drama que comienza siendo minimalista al retratar el trabajo de cuatro pescadores de algas en la solitaria isla de Bannec, y que adopta dimensiones épicas al extenderse hasta el pueblo de donde provienen, con el médico erigido como héroe local. Una historia sencilla que adquiere poder gracias a las imágenes, en las que Epstein lleva a la práctica las influencias obtenidas del cine ruso, el expresionismo alemán y el impresionismo francés.

Este confluir de referencias son el resultado del análisis fílmico llevado a cabo por el director a lo largo de su trayectoria, una reflexión del lenguaje que se materializa en un estilo depurado y poético, que emplea como recursos expresivos los ralentizados, la planificación y el montaje. Al mismo tiempo, Epstein se aproxima al documental rodando en escenarios naturales con actores no profesionales, tratando de fijar en la pantalla la esencia del lugar en el que transcurre la historia. Esta mezcla de sofisticación y realismo confiere a Finis Terrae una aureola muy especial que la emparenta con otros títulos de etnoficción de Flaherty (Hombres de Arán) o Grierson (Drifters). El elemento diferenciador es que Epstein hace convivir la observación de las situaciones cotidianas (las secuencias del trabajo de los pescadores, por ejemplo) con los ejercicios de vanguardia (el delirio del protagonista enfermo), lo cual refuerza el carácter simbólico del film. Basta contemplar las frecuentes imágenes de las olas batiendo en las rocas como un recordatorio de la amenaza de la naturaleza y la reclusión en la que viven los personajes.

Realizada en la época tardía del cine mudo, Finis Terrae posee una modernidad de gran fuerza estética que mantiene intacto su poder de fascinación. La composición de los planos, la plasticidad de la fotografía en blanco y negro, el ritmo que se imprime en la narración... todos los elementos funcionan en favor del conjunto, hasta completar una de las obras más significativas dentro de su género. Jean Epstein exhibe su magisterio a lo largo de ochenta minutos de pura emoción y arrebatadora belleza.