Payne evidencia su habilidad para envolver al espectador en atmósferas muy precisas que determinan el relato, lo cual sucede ya desde los créditos iniciales. Los que se quedan transmite la sensación de frío invernal y de tiempo detenido en el que viven los protagonistas, un profesor arisco que se ve obligado a pasar el periodo vacacional en compañía de un alumno y la cocinera del centro, ambos con problemas emocionales. El peculiar trío está interpretado por Paul Giamatti, quien coincide con Payne dos décadas después de Entre copas, el debutante Dominic Sessa y Da'Vine Joy Randolph, cada uno perfecto en el papel de seres damnificados por el pasado.
El guion de David Hemingson posee la inteligencia de relacionar todos los elementos, hasta los más pequeños, de modo que el conjunto adquiere unidad dramática, sin dejar de ser nunca divertido. Payne se encarga de dosificar las emociones y de calibrar bien el tono para no caer en sensiblerías, un defecto común en este tipo de películas con "buenas intenciones". Además de aplicar la contención, el director sabe mantener la distancia adecuada para no interferir en las acciones, sin encuadres forzados ni movimientos de cámara gratuitos... incluso cuando emplea algún anacronismo óptico (el zoom del profesor que busca al alumno en el exterior del colegio) lo hace como recurso humorístico, de acuerdo a la estética del film. Lo más importante de Los que se quedan es la evolución de la trama y los personajes, tal y como ocurría en el cine al que Payne rinde tributo de manera respetuosa pero no servil, porque en el fluir de las imágenes y en la hondura de la película late su sello de autor.
A continuación, uno de los temas que integran la banda sonora compuesta por Mark Orton. El músico norteamericano se reencuentra con Alexander Payne tras haber trabajado juntos en Nebraska, un nuevo ejemplo de la sintonía que les une a la hora de conducir los estados anímicos del público. Relájense y disfruten: