THE GAME. 1997, David Fincher

Una de las máximas que rigen en el cine de David Fincher es que "nada es lo que parece". Algo fácil de comprobar en títulos como El club de la luchaPerdida o The game, siendo este último uno de los ejercicios de trampantojo narrativo más sofisticados del director. Tras el éxito obtenido con Seven, Fincher gana confianza para afrontar una producción compleja filmada en San Francisco, con Michael Douglas de protagonista y un guion original escrito por John Brancato y Michael Ferris. El texto contiene bruscos giros dramáticos, personajes ambiguos y situaciones que buscan sorprender, no en vano, Fincher ha jugado siempre a manipular las expectativas del público mediante el empleo de recursos visuales y sonoros que inciden en la percepción del relato.

The game recorre los tortuosos caminos del thriller que Fincher tan bien conoce, esta vez surcados de traumas familiares y con una moraleja aleccionadora que no resta tensión al conjunto. El argumento mezcla influencias de Capra y Kafka, pasadas por el filtro de lo contemporáneo: un hombre rico debe enfrentarse el reto de sobrevivir sin las comodidades ni privilegios a los que está acostumbrado, dentro de un embrollo en el que se confunden la verdad y la mentira. Si bien la trama encaja en el género "suspense con mensaje", lo cierto es que Fincher no se preocupa en dar demasiada credibilidad a este aparatoso circo de tres pistas, sabiendo que la energía emana de las imágenes. Por eso, para disfrutar de la propuesta que ofrece The game conviene desatender a la lógica y no esforzarse en desenmarañar lo que cuenta, sino dejarse arrastrar por el virtuosismo del director, que distribuye trampas y astucias de prestidigitador a lo largo del metraje. Hay habilidosos movimientos de cámara, encuadres precisos, un tempo muy ajustado que James Haygood imprime en el montaje y una atmósfera tensa y oscura generada por la fotografía de Harris Savides. Estos grandes profesionales volverán a encontrarse con David Fincher en siguientes proyectos, al igual que Howard Shore, autor de la música enigmática y sinuosa que envuelve el film. 

Dentro del apartado artístico, hay nombres que acompañan a Douglas como Sean Penn y Deborah Kara Unger. Ellos y otros intérpretes ponen cara al catálogo de miserias humanas que aparece representado en The game, un espectáculo capaz de regocijar a quien se olvide del realismo... porque los laberintos por donde Fincher conduce la ficción tienen pocas salidas y muchas puertas falsas. Es preferible dejarse guiar por su sentido de la puesta en escena y por un actor plenamente entregado, que encuentra aquí uno de los mejores papeles de su larga trayectoria. Lo demás son fuegos de artificio, hipnóticos y deslumbrantes, pero que apenas dejan algo más que humo al disiparse... y un regusto placentero tras ciento treinta minutos de diversión malévola.

A continuación pueden ver un interesante videoensayo de Evan Puschak en el que revela una clave importante del estilo de David Fincher. Muy útil para reflexionar sobre la morfología visual y la manera de percibir las imágenes.