The game recorre los tortuosos caminos del thriller que Fincher tan bien conoce, esta vez surcados de traumas familiares y con una moraleja aleccionadora que no resta tensión al conjunto. El argumento mezcla influencias de Capra y Kafka, pasadas por el filtro de lo contemporáneo: un hombre rico debe enfrentarse el reto de sobrevivir sin las comodidades ni privilegios a los que está acostumbrado, dentro de un embrollo en el que se confunden la verdad y la mentira. Si bien la trama encaja en el género "suspense con mensaje", lo cierto es que Fincher no se preocupa en dar demasiada credibilidad a este aparatoso circo de tres pistas, sabiendo que la energía emana de las imágenes. Por eso, para disfrutar de la propuesta que ofrece The game conviene desatender a la lógica y no esforzarse en desenmarañar lo que cuenta, sino dejarse arrastrar por el virtuosismo del director, que distribuye trampas y astucias de prestidigitador a lo largo del metraje. Hay habilidosos movimientos de cámara, encuadres precisos, un tempo muy ajustado que James Haygood imprime en el montaje y una atmósfera tensa y oscura generada por la fotografía de Harris Savides. Estos grandes profesionales volverán a encontrarse con David Fincher en siguientes proyectos, al igual que Howard Shore, autor de la música enigmática y sinuosa que envuelve el film.
Dentro del apartado artístico, hay nombres que acompañan a Douglas como Sean Penn y Deborah Kara Unger. Ellos y otros intérpretes ponen cara al catálogo de miserias humanas que aparece representado en The game, un espectáculo capaz de regocijar a quien se olvide del realismo... porque los laberintos por donde Fincher conduce la ficción tienen pocas salidas y muchas puertas falsas. Es preferible dejarse guiar por su sentido de la puesta en escena y por un actor plenamente entregado, que encuentra aquí uno de los mejores papeles de su larga trayectoria. Lo demás son fuegos de artificio, hipnóticos y deslumbrantes, pero que apenas dejan algo más que humo al disiparse... y un regusto placentero tras ciento treinta minutos de diversión malévola.
A continuación pueden ver un interesante videoensayo de Evan Puschak en el que revela una clave importante del estilo de David Fincher. Muy útil para reflexionar sobre la morfología visual y la manera de percibir las imágenes.