FALLEN LEAVES. "Kuolleet lehdet" 2023, Aki Kaurismäki

La fidelidad que Aki Kaurismäki mantiene con su cine continúa inalterable después de cuatro décadas de trayectoria y casi una veintena de largometrajes. El director finlandés posee un estilo tan marcado que apenas admite herederos, si bien sus películas incluyen referencias más o menos explícitas que, en el caso de Fallen leaves, aluden a Godard, Jarmusch, Lean o Chaplin, entre otros. De hecho, la sala de cine es uno de los escenarios en los que se desarrolla la historia de amor que vive la pareja protagonista, dos representantes de ese proletariado invisible que sobrevive en las ciudades buscando escapar de la precariedad laboral y emocional.

Una vez más, Helsinki es el paisaje urbano donde sucede el cuento melancólico tan característico del Kaurismäki de los últimos títulos, algo más positivo y luminoso de lo habitual. Él mismo admite haber escrito el guion en tiempo récord, algo que se percibe en la síntesis de elementos narrativos y formales que son producto de la depuración. El director practica variaciones sobre temas que han estado presentes desde el inicio en su filmografía: las dificultades de comunicación y la carencia sentimental impuesta por las dinámicas que rigen en los sistemas capitalistas, los cuales empujan a los más vulnerables a la soledad y la desesperanza. Como en otras ocasiones, los personajes encuentran la redención en el afecto. El título de Fallen leaves remite a la canción Les feuilles mortes de Jacques Prévert y Joseph Kosma, una oda a la nostalgia de los romances pasados que Kaurismäki celebra desde un presente incierto y preocupante, ya que abundan las menciones a la guerra en Ucrania.

Esta concisión en el relato se aplica por igual a la puesta en escena, una manera de filmar que se manifiesta mediante planos estáticos en los que el tiempo parece detenido y el espacio encapsula a los personajes. Pocos como Kaurismäki son capaces de representar la quietud y la espera como un estado de desconcierto íntimo, algo similar a lo que transmiten los cuadros de Hopper, reforzado por el tratamiento cromático de las imágenes y la iluminación que vuelve a estar a cargo de Timo Salminen. El director de fotografía es en gran medida responsable de los planteamientos estéticos que operan en la obra de Kaurismäki, dado que las imágenes que ambos elaboran no ilustran la acción: son la acción. Fallen leaves tiene un carácter visual que atraviesa la historia y emparenta al autor con los maestros del cine mudo, no en vano, el silencio es uno de recursos que articulan la narración. Un silencio elocuente, que conjuga bien con las conversaciones parcas y con el humor particular del director, además de la cuidada selección musical que suena en todos sus films.

En suma, Fallen leaves muestra al Kaurismäki de siempre, tan particular y genuino como ningún otro cineasta. Tal vez ahora sea un poco más amable y cercano porque, según él mismo declara: "Cuanto más pesimista soy, más optimistas son mis películas". Benditas palabras.