MAY DECEMBER. 2023, Todd Haynes

Uno de los directores que mejor han retratado las complejidades de lo femenino durante los últimos años es Todd Haynes. Así lo demuestran títulos como Lejos del cielo, Mildred Pierce o Carol, indagaciones en la naturaleza poliédrica de la mujer en el pasado. En May December, Haynes ambienta la historia en un presente intemporal, que está más relacionado con los mitos griegos (Edipo, Narciso) que con los personajes que pueblan las ficciones contemporáneas. Y es que May December se podría definir de diversas maneras: un drama trágico, un cuento de vampiros (sin vampiros), un thriller de emociones... todas estas clasificaciones son verdad y ninguna a la vez, dados los pliegues en los que se dobla la narración.

El guion escrito por Samy Burch juega con el espectador ya desde el principio: hay una escena con situaciones en paralelo que presentan a las dos mujeres protagonistas, Gracie y Elizabeth, interpretadas por Julianne Moore y Natalie Portman. La segunda acude a casa de la primera, donde se celebra una barbacoa con familiares y amigos. En mitad de los saludos y las convenciones, la aparición de una caja que contiene mierda hace intuir que nada es lo que parece. Puede que no sea muy sutil, y es que May December no se caracteriza precisamente por guardar las formas. En realidad, asume más riesgos de los debidos y se sitúa en una incomodidad constante que cuestiona lo correcto y lo incorrecto de ciertos comportamientos, la posibilidad de exonerar la culpa, la dicotomía entre lo público y lo privado, la apropiación de la identidad... y más temas que se van desarrollando sin atropellarse y con buen ritmo según avanza la acción.

Conviene no desvelar demasiado de la trama porque una parte importante se fundamenta en la ambigüedad y la sorpresa. Hay giros narrativos muy audaces que no derivan en un clímax, como se hacía prever, ya que Haynes evita los caminos fáciles y se adentra en terreno pantanoso. El tema, inspirado en un hecho real que conmocionó a la opinión pública estadounidense de hace tres décadas, es pasto fácil para el morbo y el sensacionalismo. La habilidad del director consiste en tomar este material sensible y en evitar las obviedades y los subrayados propios del telefilm de sobremesa, potenciando el perfil psicológico de los personajes, sugiriendo más que mostrando y mezclando géneros como la comedia, la crónica de costumbres y el melodrama clásico. Una amalgama de influencias que funciona de manera orgánica y proyecta en la pantalla un reflejo despiadado de la clase media norteamericana, esa que vive en los suburbios residenciales y lo mismo ofrece pasteles de bienvenida a los vecinos que cuchichea a sus espaldas.

Resulta fascinante la contradicción que hay en May December entre el relato que se cuenta, turbulento y sombrío, y el lenguaje elegido para visualizarlo, con una fotografía serena y clara de Christopher Blauvelt. La luz sobreexpuesta de los exteriores sureños de Savannah, ciudad donde transcurre la trama, tiene un halo romántico que es pura ironía, ya que reviste de una apariencia bonita lo que en verdad es terrible: un caso de pederastia por parte de un ser egoísta y manipulador. Una vez más, Haynes muestra su talento para recrear iconografías y transformar su significado, al igual que sucede con la música enfática que recupera composiciones de Michel Legrand para El mensajero, film de Joseph Losey de 1971.

Pero si May December tiene capacidad de trascender es por el inmenso trabajo de las dos actrices principales, muy bien acompañadas por Charles Melton, el tercer vértice del triángulo. Portman y Moore están en estado de gracia y logran dar credibilidad a las mujeres que encarnan con sutileza e infinidad de matices en cuanto a la voz, la mirada, el movimiento... es una exhibición de recursos interpretativos que logra amortiguar los excesos de sus personajes. Ellas hacen crecer esta película que atesora virtudes suficientes para ser considerada uno de los grandes títulos de su autor, un Todd Haynes que se muestra plenamente inspirado, exigente y con la valentía de los grandes creadores.