POBRES CRIATURAS. "Poor things" 2023, Yorgos Lanthimos

Observar en perspectiva la trayectoria de Yorgos Lanthimos puede resultar un ejercicio desconcertante. La puesta en escena sobria y conceptual de los inicios ha evolucionado hacia una retórica barroca y esteticista, que alcanza en Pobres criaturas su cota más alta. Este cambio en las formas se ha visto acompañado por el reconocimiento internacional y la validación de un estilo enmarcado dentro de la posmodernidad contemporánea. Es un cine cuyo relato se diluye en las imágenes, que alude a referencias variadas y que intenta, por encima de todo, alcanzar el asombro... aunque los métodos para conseguirlo sean más cuestionables que antes en la obra del director griego.

Un lustro después de La favorita, Lanthimos vuelve a colaborar con el guionista Tony McNamara para trabajar, por primera vez, a partir de un material ajeno. Se trata de la novela homónima de Alasdair Gray, escritor escocés que en Pobres criaturas reinterpreta el Frankenstein de Mary Shelley y la literatura victoriana del siglo XIX, con una lectura feminista que se concentra en el personaje principal de Bella Baxter. Una protagonista tan sugerente y poderosa que justifica por sí misma la existencia de cualquier película, y a la que Emma Stone se entrega con determinación. La actriz fetiche del director encarna las aspiraciones de la mujer moderna: emancipación, libertad de ideas, poder de decisión... todo ello expresado por medio de una sexualidad desinhibida y sin restricciones morales que le hace ser dueña de su cuerpo y de sus deseos.

Pobres criaturas funciona como una fábula cruel e imaginativa en torno a estos temas y, como todas las fábulas, deja clara sus intenciones y el mensaje que se pretende trasladar a la audiencia. Lanthimos pone tanto empeño en despejar las posibles dudas y en acceder a un público amplio (al menos, más amplio que en anteriores veces) que insiste hasta incurrir en el didactismo y asegurarse de que la moraleja queda perfectamente masticada para su fácil deglución tras los ciento cuarenta minutos de metraje. Hay una persistencia a través de las acciones y los diálogos de los personajes en explicar lo que sucede mientras sucede, algo que resta espacio a la intuición. No solo en términos discursivos sino también mediante las imágenes, más confiadas que nunca a los procesos del CGI. 

El director se recrea en la estética del steampunk para mostrar un universo fantasioso, con un acabado artificial que recuerda al Tim Burton menos interesante (el que sustituyó los decorados reales y los trucos ópticos por la técnica digital). Lanthimos refuerza esta sensación ilusoria con una puesta en escena igual de aparatosa, que emborracha la cámara y emplea constantes zooms, lentes de ojo de pez y fondos desenfocados para representar el punto de vista alterado e impetuoso de Bella. Es de suponer que la idea de Lanthimos es hacer sentir al espectador lo mismo que siente su heroína, sin embargo, muchas de las decisiones de la planificación carecen de motivos dramáticos y entorpecen la narración, hasta el extremo de parecer arbitrarias. La consecuencia es un film autocomplaciente, que se ve con interés gracias al desarrollo de la protagonista y a algunos elementos como la banda sonora de Jerskin Fendrix y el vestuario de Holly Waddington, ambos de una creatividad excepcional.

Siguiendo la tendencia de cierto cine actual (BlondeOppenheimer), la fotografía de Robbie Ryan conjuga el blanco y negro y el color según el momento: blanco y negro para la primera etapa de Bella en la casa, y color para sus aventuras en el exterior y para los flashback. Y es que Pobres criaturas adopta la forma de una crónica de viajes dividida en capítulos, uno por cada destino que visita Bella. La meta la devuelve al principio, al hogar en la ciudad de Londres, donde la protagonista completa su aprendizaje y encuentra la estabilidad, en una alegoría del ciclo vital menos subversiva de lo que aspira a ser.

Junto a Stone hay actores como Mark Ruffalo o Willem Dafoe, quien se esfuerza por darle entidad a su versión de Prometeo detrás de las prótesis que le cubren el rostro. Tanto ellos como el resto del elenco adoptan el tono desmesurado de comedia grotesca que se respira en el film, son las criaturas a las que se refiere el título y que reflejan los diversos arquetipos de la maldad. Yorgos Lanthimos conserva el pesimismo que ha caracterizado su cine desde el inicio, en esta ocasión con una apariencia visual cercana al anuncio de colonia y que exhibe en cada escena sus ganas de provocar... al final, lo que subyace es el conato de revolución adolescente que podía tener sentido hace tres décadas, cuando se publicó la novela original. Vistas hoy, aquellas transgresiones han perdido la fuerza que contuvieron entonces, si bien se pueden considerar loables los intentos de Pobres criaturas por participar en los debates sobre la igualdad en el presente.