KLAUS. 2019, Sergio Pablos

Después de una intensa trayectoria internacional trabajando como animador para algunos de los grandes estudios, Sergio Pablos decide dirigir su primer largometraje a través de su propia productora en España y con la distribución global de Netflix. Este cúmulo de situaciones vienen derivadas de una dedicación atenta y constante, lo cual se trasluce en el resultado de Klaus. Una película que, lejos de ejercer como el típico producto de consumo estacional aprovechando el automatismo de las tradiciones navideñas, nace con vocación de perdurar y de crear un punto de inflexión dentro del cine de animación en España. Y es cierto que lo consigue, por dos motivos principales:
El primero y más evidente es su atractivo estético. Pablos tiene una amplia experiencia en la creación de personajes, un talento que aquí se materializa mediante diseños de gran originalidad, tanto en los escenarios como en los numerosos seres que pueblan la trama. El empleo de técnicas para aplicar volumen a las figuras confiere al aspecto visual de Klaus una cualidad a medio camino entre las dos y las tres dimensiones, conjugando el estilo de la animación clásica con la innovación de las nuevas tecnologías.
El segundo motivo por el que destacar esta película es por su capacidad de renovar un tema tan explotado como es el de Papá Noel, Santa Claus, el Viejito Pascuero, San Nicolás... o como prefieran llamarle. A lo largo de los años se han realizado múltiples aproximaciones al personaje desde diversos ángulos, ya sea en animación como en imagen real. La mayoría de las veces, las propuestas de carácter conservador terminan cayendo en la reiteración y en la cursilería, mientras que las más novedosas acostumbran a emplear a Santa Claus como un accesorio, y no como un personaje con verdadera entidad. Así que el gran acierto de Klaus es el de dar sentido a los tópicos del personaje (el trineo tirado por renos, el traje rojo, el hábito de regalar juguetes...) por medio de actualizaciones que logran ser coherentes con el acervo de Santa Claus. Para dar credibilidad a toda esta ficción, Sergio Pablos y su equipo han creado a Jesper, un cartero cuya incompetencia es castigada con la obligación de repartir el correo en una lejana isla del Círculo Polar Ártico. El guion del film consigue que la leyenda y las invenciones se empasten con naturalidad, sin que nada resulte forzado, con mucho humor pero también con respeto por el material que se tiene entre manos.
Hay otras razones por las que valorar Klaus: la fluidez del ritmo narrativo, la sutileza y la comicidad para inculcar los inevitables mensajes dirigidos al público familiar... todo ello contribuye al acabado que luce el conjunto, del que solo cabe reprochar el pobre doblaje en español. Es apenas el único defecto apreciable en una película erigida ya como referente del cine de animación europeo, y que identifica a Sergio Pablos como un nombre a tener en cuenta en adelante.
A continuación, uno de los temas que integran la banda sonora compuesta por Alfonso G. Aguilar. Poco más de tres minutos de dinamismo y vigor sinfónico acordes con el espíritu que mueve el film: