UN PEQUEÑO ROMANCE "A little romance" 1979, George Roy Hill

En la memoria del aficionado, George Roy Hill siempre ha figurado como el director de Dos hombres y un destino y El golpe. Pero más allá del éxito de estos dos títulos imperecederos, lo cierto es que la carrera del cineasta norteamericano está marcada por la irregularidad y por la búsqueda no siempre acertada de historias que aspiran a un público amplio. Buen ejemplo de ello es Un pequeño romance, película perteneciente a su última etapa y que se rueda en Europa a partir de una novela de Patrick Cauvin.
La acción principal se sitúa en París, ciudad donde se enamoran los jóvenes protagonistas. Él es un cinéfilo que proviene de una familia con apuros económicos, una versión de Antoine Doinel con el pelo rizado. Ella es una rica heredera interpretada por Diane Lane, en su primera aparición en la pantalla. El cuento se completa con la intervención de un viejo alcahuete que luce ademanes de lord y tiene los rasgos de Laurence Olivier, el cual induce a los muchachos a escaparse a Venecia para cumplir con una romántica tradición. Así leído, el argumento puede parecer de lo más edulcorado y sensible. Y en efecto, lo es. Pero Roy Hill no engaña a nadie, porque Un pequeño romance ofrece exactamente lo que promete: una fábula amorosa de carácter amable, diseñada para contentar a todos los espectadores sin escatimar en ternurismo (que no es lo mismo que ternura).
Aunque la fórmula se ha explotado numerosas veces y continúa vigente en películas como Moonrise Kingdom, lo cierto es que Un pequeño romance luce un estilo algo desfasado incluso para la época. Al contrario que Wes Anderson, Roy Hill ejerce como guardián de las tradiciones y se deja empapar por la nostalgia, con un humor muy blanco que desaprovecha algunas posibilidades del guion. Hay momentos divertidos y situaciones bien desarrolladas, pero en conjunto prevalece la sensación de haber llegado tarde. Puede que la misma propuesta del director realizada veinte años atrás hubiera devenido en una gran película, pero en pleno apogeo del nuevo Hollywood y con las carteleras ardiendo ante las irrupciones de Scorsese, Spielberg y Coppola, Un pequeño romance se antoja como un revival demasiado ingenuo en una industria que estaba reinventándose y buscando nuevas vías de expresión. George Roy Hill tampoco tiene reparos en mostrar aquí sus ideas (lanza dardos contra el cine de autor y alabanzas al cine clásico, representado en la figura de Broderick Crawford). Además, el director no demuestra complejos y se rinde homenaje a sí mismo, haciendo que el protagonista sienta fascinación por las películas de su autoría citadas al principio, sumadas a El carnaval de las águilas y a Robert Redford, uno de sus actores predilectos. Más que un caso de autoestima desmedida, parece el posicionamiento por parte de George Roy Hill dentro de un modo de hacer cine en pleno proceso de cambio.
A continuación, el tema principal de la banda sonora compuesta por Georges Delerue. La prueba de que la apasionada cinefilia del chico protagonista es también la del director, amante del cine europeo en general y del francés en particular. Relájense y disfruten: