MIENTRAS DURE LA GUERRA. 2019, Alejandro Amenábar

La trayectoria de Alejandro Amenábar contiene diversos ejemplos que ilustran las complejidades del oficio de cineasta: desde su inmediata coronación como niño prodigio y el idilio con la taquilla y los premios, hasta la posterior crisis creativa y el intento de desarrollar una carrera internacional, todo ello con éxitos tan contundentes como fracasos. Tras el resultado decepcionante de Regresión, Amenábar da un nuevo giro de timón y vuelve a filmar en su idioma natal después de quince años, relatando por primera vez un capítulo significativo de la historia de España. El escritor Miguel de Unamuno es la figura central de Mientras dure la guerra, que no es una biografía sino el relato de su toma de conciencia durante los días trágicos del ascenso de Franco al liderazgo del bando nacional.
La mayor parte de la acción sucede en Salamanca, en 1936. Los golpistas ganan posiciones frente al gobierno de la República y preparan la toma de Madrid, mientras instalan su cuartel de mando en la ciudad castellanoleonesa. Allí, el prestigioso literato ve cómo las personas de su alrededor son agraviadas y él mismo tendrá que tomar partido y replantearse sus convicciones ante el advenimiento de la barbarie, representada en la figura del generalísimo y de la corte de personajes que le rodean: Millán-Astray, los generales Mola y Cabanellas, Nicolás Franco... Mientras dure la guerra mantiene el afán por narrar unos acontecimientos reales bajo los estrictos códigos de la ficción, apelando a las emociones y los sentimientos. Como es habitual, Amenábar emplea un lenguaje visual que acude a referencias clásicas y contemporáneas provenientes de Hollywood, en especial al estilo de directores como Spielberg. La riqueza de la planificación, el dinamismo de la cámara y el montaje, la expresividad de la fotografía y el sonido, todos los elementos recrean el espíritu de un cine que tiende siempre al espectáculo. Aquí no hay engaños. Que los historiadores se relajen y que nadie busque una intención documental, porque lo que pretende Amenábar es construir un relato de buenos y malos a partir de hechos verídicos, una actitud que depara aciertos y desaciertos.
Las virtudes de la película se resumen en la capacidad de trasladar al gran público un episodio de hondo calado político y social, que a menudo se restringe al interés de los estudiosos y los aficionados. Mientras dure la guerra aspira a llegar al mayor número posible de espectadores, y para ello incurre en obviedades como un maniqueísmo de tintes caricaturescos (deliberado, pero que en ocasiones subraya demasiado) y en una simplificación de los planteamientos narrativos. Basta contemplar la escena alegórica del despertar de Unamuno, en la cual se cruzan los tiempos pasado y presente, una metáfora un tanto banal del despertar de su consciencia. Es la cara y la cruz de un film de técnica elaborada, que deposita en su extenso reparto muchos de los mejores momentos. En torno al protagonista encarnado por Karra Elejalde se congregan Eduard Fernández, Santi Prego, Tito Valverde, Patricia López Arnaiz, Luis Bermejo, Carlos Serrano-Clark... y muchos otros nombres que completan el paisaje humano de la película. Todos cumplen a la perfección con su cometido, teniendo en cuenta que lo que se busca en ellos es una representación estereotipada, y no un retrato fidedigno. La habilidad de Amenábar consiste en que esta decisión no suponga un defecto, teniendo en cuenta el material sensible que tiene entre manos.
La casualidad quiso que Mientras dure la guerra se estrenase a pocos días de que los restos del dictador fueran desahuciados de su mausoleo honorario, cuarenta y cinco años después del entierro, un suceso que coincide con el resurgir de la extrema derecha en el panorama político español y la polarización ideológica de los partidos aspirantes a gobernar. El séptimo largometraje de Alejandro Amenábar tiene el don de la oportunidad y, por lo tanto, no puede ser visto solo como una distracción con trasfondo histórico, sino como un recordatorio urgente del país del cual venimos y al que no debiéramos nunca regresar. El célebre discurso de Unamuno continúa vigente, así como el aviso de que la mediocridad y la incultura siguen siendo una amenaza todavía hoy. Es una lástima que las nobles intenciones del director no se traduzcan en la gran película que Mientras dure la guerra podía haber sido, si la voluntad de entretener no se hubiese impuesto a la de generar una reflexión colectiva.