WONDERSTRUCK. 2017, Todd Haynes

Tras el éxito de Carol, el cineasta Todd Haynes abre el abanico de su público habitual y, por primera vez, realiza una película dirigida también a los espectadores jóvenes. Lo cual no significa una cesión en sus exigencias como cineasta, sino más bien una democratización de sus recursos expresivos, que en Wonderstruck son más llamativos que nunca.
El escritor Brian Selznick se encarga de adaptar al guion su propia novela homónima, conservando la máxima particularidad del libro: la interrelación entre el texto y las ilustraciones. Una convivencia que va mucho más allá de la representación gráfica porque establece dos planos narrativos en paralelo, cada uno reflejado con medios diferentes: la literatura y el dibujo. Para llevar esto al cine, Haynes emplea una puesta en escena muy elaborada, con dos planteamientos estéticos: uno está ambientado en los años setenta y otro en los veinte. El primero tiene como protagonista a un niño que se queda sordo debido a un extraño accidente. Una discapacidad que también posee la niña de la segunda historia, estableciéndose entre ambos un recorrido simétrico que confluye en la misma ciudad, Nueva Jersey, pero con medio siglo de diferencia. Allí los dos jóvenes buscan arreglar cuentas con el pasado y sanar las heridas familiares, un argumento en común que el director conduce con un pie en el freno para que la película no se vuelque en el sentimentalismo.
El conjunto tiene una enorme complejidad. Los dos relatos se entrecruzan a lo largo del metraje y comparten un misterio que se va desvelando según avanza la acción, lo que dificulta a veces el seguimiento de la trama, sobre todo al inicio. Para tratar de solventar esta confusión, el director se apoya en la labor fotográfica de Edward Lachman, que desarrolla un tratamiento en color y otro en blanco y negro, acordes a cada época. El compositor Carter Burwell también contribuye a marcar las dos dimensiones temporales mediante una partitura que juega de manera magistral con los espacios sonoros y con la contraposición entre la audición y la sordera. Sin embargo, la pericia técnica y el ingenio artístico no evitan que, muchas veces, la forma de Wonderstruck termine devorando al contenido, ya que el aspecto visual define el valor de esta película con secuencias fascinantes.
Haynes exhibe músculo en la planificación para convertir una fábula triste en un espectáculo artesanal que reivindica el empleo de las maquetas y los trucos ópticos, con mención especial para la escena del desenlace. Un momento de gran emotividad que tiene como figura principal a la actriz Julianne Moore, otra colaboradora fiel de Todd Haynes, en un reparto que combina nombres nóveles y experimentados. En suma, Wonderstruck respeta al pie de la letra el espíritu de la obra original y abre una nueva etapa en la carrera del director, más alejada de los nichos de la militancia cinéfila pero conservando las huellas de un estilo singular cuya evolución habrá que medir en adelante.