LA VIRGEN DE AGOSTO. 2019, Jonás Trueba

Sin haber cumplido todavía los cuarenta años y con cinco largometrajes de ficción en su haber (más varios documentales), Jonás Trueba demuestra tener ya un estilo bien definido y unas señas de identidad que se van depurando película tras película. Su manera de representar la realidad tiende siempre al naturalismo, tanto en los escenarios como en los personajes a la búsqueda de su lugar en el mundo. También persiste la importancia de los diálogos y los silencios, la planificación austera y siempre acorde con el relato, las referencias literarias, musicales, cinematográficas... Estos y otros rasgos se vuelven a encontrar en La virgen de agosto, a los que se añaden además algunas novedades.
La más llamativa es el protagonismo de una mujer en la historia. En esta ocasión, el punto de vista es exclusivamente femenino, una identificación posible gracias a la complicidad de Itsaso Arana como guionista y actriz. Trueba había trabajado antes con ella en La reconquista, película que traza una línea de continuidad con La virgen de agosto y el resto de la obra del director, ya que todas participan de una unidad en la que prima el concepto de autoría compartida. Las películas de Trueba están integradas por un equipo fiel en el que se encuentran Santiago Racaj en la fotografía, Miguel Ángel Rebollo en la dirección artística y la producción de Los Ilusos Films, una familia que vuelve a contar con la intervención de los actores Vito Sanz, Isabelle Stoffel y Francesco Carril, aquí en un papel episódico. Todos ellos creíbles y bien ajustados a los personajes que rodean a Eva, La virgen de agosto que decide pasar el verano en Madrid para redescubrir la ciudad con otros ojos y, sobre todo, para encontrarse consigo misma. Le salen al paso turistas, amistades antiguas y recientes, náufragos urbanos en plena canícula, criaturas del día y de la noche... en suma, la fauna variada que se resguarda del calor en las terrazas y las fiestas de los barrios.
Tal vez la máxima virtud de la película sea la de asistir a los acontecimientos desde la mirada íntima de Eva, participando de su ritmo interno en consonancia con el externo, marcado por el montaje. Trueba hace trascender ciertos detalles y los dota de significado, como la secuencia en la que la protagonista se tiende en el sillón y se deja acariciar por la sombra de unas hojas en movimiento, representación inequívoca de que ha encontrado un refugio donde empezar a aceptarse a sí misma y a reconocer su cuerpo. Este relato invisible se construye dentro del personaje en relación a sus expectativas y decepciones, a la superación de un noviazgo acabado y a las aventuras que están por venir ... Son pequeños tramos de un camino que Eva recorre de la mano del público, capaz de reconocer sus impresiones sin necesidad de que sean verbalizadas. Claro que también hay un discurso evidente y una expresión de ideas, no en vano, Trueba mantiene la influencia que siempre ha sentido por el cine francés y la nouvelle vague. El espíritu de Éric Rohmer sobrevuela La virgen de agosto, una versión castiza del Cuento de verano del maestro galo. Al igual que éste, Jonás Trueba narra con aparente sencillez una fábula humanista, cercana y emotiva en su falta de pretensiones. En resumen, una pequeña joya.
A continuación, un ilustrativo reportaje en el que Jonás Trueba desvela algunas claves de su cine a partir de una escena de La virgen de agosto. Ideal para ver de aperitivo o como complemento al film: