EL FARO. "The Lighthouse" 2019, Robert Eggers

Cuatro años después de dirigir La bruja, Robert Eggers regresa al pasado de su Nueva Inglaterra natal para volver a trazar el perfil de unos personajes maleados por el entorno. En su segundo largometraje, el cineasta contrapone de nuevo la razón con lo sobrenatural y explora los tortuosos vericuetos de la condición humana en esta pieza de cámara que cuenta con dos personajes en el único escenario de un faro. Allí se disponen a pasar cuatro semanas los operarios encargados de su funcionamiento, un binomio en el que contrastan la madurez y la juventud, la superstición y la lógica, la autoridad y la servidumbre. Conceptos interpretados por Willem Dafoe y Robert Pattinson con la teatralidad y el expresionismo que el film imprime en sus personajes, acordes al tratamiento estético.
El faro está filmada en blanco y negro y en formato casi cuadrado de 4:3, al igual que las películas de principios del siglo pasado. Eggers adopta este estilo buscando la evocación de las imágenes y una cualidad pictórica que adentra al espectador en un mundo oscuro de irrealidad y pesadilla, sensaciones que se obtienen mediante el tratamiento del sonido, la composición de los encuadres, el montaje y la fotografía de Jarin Blaschke, colaborador habitual del director. Ya desde el inicio, los planos monocromos trasladan al público a un ambiente del que será difícil escapar durante el metraje y que empuja a los personajes hacia una espiral de degradación y locura. Porque El faro mantiene una voluntad de exceso semejante al teatro de la crueldad de Artaud, con la diferencia de que Eggers otorga gran importancia a los diálogos, en especial a las frases declamadas con furia por el histrión encarnado por Dafoe. Su sola presencia arrebata la película y ejerce de contrapunto perfecto al papel de Pattinson, quien poco a poco se irá transformando en la representación de lo que más detesta.
Así, el conjunto ofrece un fascinante diálogo entre la atracción visual y la perversidad de la trama. Robert Eggers y su hermano Max firman un guion supeditado al influjo de la forma, una envoltura hipnótica capaz de narcotizar la mirada de la audiencia que, de otra manera, podría huir espantada. En cambio, cuesta separar los ojos y no dejarse arrastrar por las corrientes turbias que arrastran a El faro, una película extraña y valiente con capacidad para quedarse grabada en la memoria de quien la ve.