THE BLOB. 1958, Irvin S. Yeaworth Jr.

Al igual que tantas otras películas de serie B, The Blob está concebida para rellenar el programa doble de una sesión de cine de género, práctica habitual en las salas pequeñas de los Estados Unidos durante los años 50, 60 y 70. En estos espacios de dispersión se congregaban innumerables títulos que fueron la escuela de muchos profesionales y, a la vez, bancos de prueba para experimentar el desarrollo de efectos especiales y recursos narrativos diferentes a los de las grandes producciones. Precisamente por esta austeridad económica y la inexperiencia de los implicados, buena parte de los films incurren en las mismas debilidades: guiones imperfectos, arritmias narrativas, directores en aprendizaje, actores poco convincentes... todo ello está presente en The Blob. Pero al mismo tiempo, supone también su mayor encanto.
Irvin S. Yeaworth Jr. inicia con este título una breve carrera en la dirección dedicada al género, al igual que Steve McQueen, que debuta como actor protagonista dejando al descubierto sus tempranas limitaciones. Sus compañeros de reparto cumplen con los clichés encomendados: la novia virtuosa, los amigos vivarachos, el doctor del pueblo, el policía bueno y el malo... un pequeño catálogo de arquetipos diseñados para la transmisión de valores al público joven. Los responsables del film presuponen que sus espectadores no van a atender a sutilezas y cada aspecto de The Blob evoluciona de manera básica y directa, sin distracciones en la trama ni complejidad en el perfil de los personajes. El metraje apenas sobrepasa los ochenta minutos, los diálogos son funcionales y la acción se dispersa para mantener la tensión adecuada, con algunos aciertos que rompen la monotonía de la planificación (el beso de la primera escena, las elipsis y las soluciones formales adoptadas para las muertes en off), lo que hace destacar el resultado de entre otros productos similares.
En conjunto, The Blob es una de las joyas más representativas dentro de su estilo, revalorizada por una fotografía colorista y por su mezcla de terror, ciencia ficción y drama provinciano. De ahí su carácter de pastiche, ya que la película adopta influencias exitosas de los años 50 tan dispares como La invasión de los ladrones de cuerpos y Rebelde sin causa. En suma, una delicia para disfrutar sin prejuicios que cumple su función de relajar el espíritu crítico y proporcionar un buen rato.