Con semejante argumento, hubiera sido fácil incurrir en el melodrama sobrecargando los sentimientos para emocionar al público con recursos fáciles y llamativos, tal y como sucede en otras producciones que buscan remover las entrañas sin pudor. En lugar de eso, Hittman opta por un estilo seco y directo, cercano al documental, que no edulcora la situación ni tampoco la recrudece. Tanto la interpretación de las actrices como la puesta en escena aspiran a una verosimilitud libre de artificios, que logra transmitir cercanía. Si bien predominan los primeros planos que favorecen la empatía con los personajes, en general el tono mantiene la frialdad y la contención expresadas mediante la fotografía de Hélène Louvart, quien repite con la directora tras su anterior film.
No es casualidad que la mayoría del equipo esté integrado por mujeres. Se trata de una película feminista nada condescendiente con las protagonistas, encarnadas por Sidney Flanigan y Talia Ryderpor, ambas extraordinarias debutantes capaces de hacer creíbles cada palabra y cada mirada de sus personajes. Basta contemplar la escena que da título a la película para sentirse sobrecogido: un diálogo que muestra a una sola de las interlocutoras en plano fijo, ejemplo de la importancia que da Eliza Hittman al punto de vista. El montaje está lleno de detalles y gestos en apariencia intrascendentes que dicen mucho (la mano de un extraño que requiere atención durante el viaje, las marcas de los tirantes de un sujetador...) lo cual introduce al espectador en el mundo interior de Autumn y Skylar. No es un mundo en el que todo queda bien explicado, al contrario. La meticulosidad con la que Hittman sigue el proceso médico contrasta con la escasez de información en otros terrenos (las relaciones familiares, los antecedentes de las dos chicas), lo que obliga al espectador a participar en la narración y a rellenar los huecos y los silencios que se dejan premeditadamente.
En definitiva, Nunca, casi nunca, a veces, siempre es el ejemplo perfecto de cómo hacer cine político sin caer en el panfleto y de cómo practicar la militancia sin pancartas. Sin duda, la manera más eficaz de contar una historia al mismo tiempo que se agita la conciencia y se llega al corazón de los problemas.
A continuación, uno de los temas compuestos por Julia Holter para la banda sonora. Música minimalista con gran capacidad para sugerir atmósferas que flota sobre las teclas del piano. Relájense y disfruten: