LAMB. 2021, Valdimar Jóhannsson

Resulta complicado hablar de Lamb sin desvelar su premisa, que es de lo más original y sorprendente. Basta decir que una pareja que reside y trabaja en el campo, aquejados por una tragedia familiar, ven cambiar sus vidas con la irrupción de un hecho extraordinario. El debut en el largometraje de Valdimar Jóhannsson es una pieza de cámara que únicamente cuenta con tres actores y el escenario natural al pie de las montañas de Islandia, lo cual confiere a la película un aire de cuento extraño o de leyenda del folclore.

El hecho de que Lamb contenga pocos diálogos refuerza la síntesis de elementos y la abstracción, dando prioridad al aspecto visual y sonoro del film. Ya desde el inicio, Jóhannsson introduce al público en una atmósfera inquietante que presagia los acontecimientos que están por venir, sin prisa y con ritmo pausado. Esta sensación turbada de misterio se expresa mediante la planificación, con encuadres de composiciones geométricas y suaves movimientos de cámara que establecen una relación entre lo visible y lo invisible a través del montaje. Jóhannsson demuestra inteligencia en la manera de dosificar la información que se proporciona al espectador, poco a poco y en el momento oportuno para generar las reacciones adecuadas. De esta manera, hasta los actos más increíbles adquieren verosimilitud, puesto que se han preparado las condiciones idóneas desde el guion, la puesta en escena y la interpretación de los actores.

Noomi Rapace y Hilmir Snær Guðnason encarnan a la pareja protagonista con la misma contención y mesura que gobierna el conjunto. Björn Hlynur Haraldsson se une a ellos en el segundo capítulo, ya que Lamb está dividida en segmentos que se corresponden con los tres actos de la narración clásica. El texto, escrito por Jóhannsson y Sjón, uno de los autores actuales más importantes de la literatura nórdica, guarda concomitancias religiosas hasta el punto de que el personaje femenino se llama María, no por casualidad. Esto no significa que la película esté cargada de simbolismos, al contrario: el director impone la parquedad en todos los ámbitos, lo que dota a Lamb de una sencillez críptica muy sugerente, casi hipnótica.

En suma, la opera prima de Valdimar Jóhannsson es un ejercicio de estilo bellamente fotografiado que deposita una parte de su poder de fascinación en las imágenes, y otra parte en su historia arriesgada e insólita. Habrá que seguir los pasos de este cineasta que se formó en los departamentos técnicos y de efectos especiales de algunas producciones de Hollywood, y que ahora se revela con un cine diametralmente opuesto, con un ojo puesto en la vanguardia y otro en la tradición de su Islandia natal.