La casa Emak Bakia narra el periplo de un cineasta del presente, Alegria, por encontrar el lugar donde un artista del pasado, Ray, buscó la inspiración. La experiencia como periodista de viajes del primero no se limita a trazar un recorrido lineal y descriptivo, al contrario: el hilo narrativo da vueltas sobre sí mismo, se enreda, toma direcciones inesperadas hasta alcanzar la meta, siempre imprecisa. Según su propia definición, el film trata sobre el azar. Por eso resulta inesperado y plantea en el espectador acertijos y juegos que hacen que el visionado sea muy estimulante, semejante al que proporciona un sueño en duermevela.
El hecho de que la película haya sido filmada con un equipo muy reducido le otorga un carácter íntimo, a veces incluso confesional. El director está presente en todo momento sin que aparezca nunca en el plano ni se escuche su voz. Alegria emplea los intertítulos para contar la historia tal y como sucedía en el cine mudo, y esta manera de expresarse convive con el sonido, que adquiere importancia tanto en las declaraciones de los entrevistados como en la música y los ambientes sonoros grabados del natural. Este diálogo entre el ayer y el hoy, entre lo ocurrido y lo imaginado, entre Ray y Alegria, es el núcleo del relato y su razón de ser. Una conversación lejana en el tiempo pero muy cercana en la pantalla, que proporciona imágenes bellas e ideas sugerentes que toman forma en el montaje. Por todos estos motivos, La casa Emak Bakia es una de las películas más hermosas y libres del último cine español, hablada en múltiples idiomas y en un solo lenguaje, el del cine.