COMPETENCIA OFICIAL. 2021, Gastón Duprat y Mariano Cohn

Por primera vez, los cineastas Gastón Duprat y Mariano Cohn trabajan fuera de Argentina en una producción europea, sin cambiar de idioma y conservando su característico humor negro. Competencia oficial está rodada en España y con dos de los actores más internacionales del país, Penélope Cruz y Antonio Banderas, además de Óscar Martínez, que repite con los directores después de El ciudadano ilustre. Es importante recalcar los nombres de los intérpretes porque ellos sostienen la película y dan sentido dramático y narrativo a un conjunto que muchas veces está a punto de perderlo.

Competencia oficial es una comedia de personajes y situaciones ambientada en el ecosistema del cine, puesto que toda la acción ocurre en el periodo de preproducción de una película que involucra a dos actores dispares y una directora con afán de autoría. Los ensayos y preparativos que llevan a cabo para crear sus personajes son el hilo conductor del relato, una sucesión de momentos disparatados que dibujan retratos grotescos de perfiles reconocibles dentro de la industria. Duprat y Cohn conocen bien sus blancos y disparan a matar: artistas hinchados de soberbia, estrellas que suplen su talento con vulgaridad, figuras encumbradas que disfrazan de rebeldía sus discursos huecos... son caricaturas de modelos de sobra conocidos, reflejos distorsionados de la realidad que caminan sobre la fina línea del esperpento.

Es precisamente ahí, en esa línea, donde los directores están a punto de tropezar en varias ocasiones. Y es que Competencia oficial es una película extraña, que adquiere un tono desconcertante a medio camino entre la comedia sofisticada y la sátira amarga. Detrás del estrambote hay un regusto afligido que afecta al ritmo, en general algo deslavazado. Los directores adoptan soluciones imaginativas para dinamizar la unidad de espacio, ya que casi todo sucede en las instalaciones de un rico empresario farmacéutico que busca blanquear su imagen financiando una película de prestigio. Este enorme escenario vacío funciona como metáfora del mundo artificial y prepotente que Duprat y Cohn pretenden criticar, al igual que las actitudes de los personajes. Hay pocos elementos pero mucho contenido.

Para que Competencia oficial no parezca una obra de teatro se opta por recursos visuales como la frontalidad de los actores respecto a la cámara en determinadas conversaciones, lo cual involucra al espectador en una apelación directa a participar en la trama. Es una interlocución con el público que se puede sentir concernido según su grado de identificación con los personajes... algo que no es fácil.

Resulta casi imposible sentir algún tipo de empatía por el trío protagonista, ya que la película los despelleja implacablemente. Tampoco por sus acompañantes, representados por José Luis Gómez o Irene Escolar, entre otros.  Aunque cualquiera puede identificar en la pantalla debilidades humanas como la envidia o la suficiencia, es cierto que el carácter guiñolesco de los personajes y el exceso de literatura hace que se contemplen con cierta distancia, provocando que Competencia oficial agote sus posibilidades hasta la llegada del desenlace. Entonces sí, la película toma un giro inesperado y vuelve a remontar el vuelo cuando la fórmula parecía abocada a repetirse en bucle. Gastón Duprat y Mariano Cohn tensan así la cuerda dramática del film, cuerda que les sirve para ahorcar, más que para atar cabos.