El film emplea pocos elementos para provocar asombro: cuatro personajes, un par de localizaciones y el escenario de la naturaleza bastan para sostener el complejo armazón de la historia. Los cronocrímenes hace intuir en el espectador mucho más de lo que suelen mostrar las grandes producciones, esa es la magia contenida en su descaro y frescura. Vigalondo no siente complejos, no los ha sentido nunca. El héroe encarnado con convicción por Karra Elejalde se sale de los moldes acostumbrados y ni es guapo, ni valiente, ni luce una moral intachable. Poco se llega a saber de los demás personajes, interpretados por Bárbara Goenaga, Candela Fernández y el propio Vigalondo, porque son piezas de una partida de ajedrez endemoniada en la que es imposible prever el siguiente movimiento. Así, las situaciones transcurren con el ritmo y la atmósfera adecuadas, gracias a una planificación eficaz que no incurre en excesos.
Esto no quiere decir que no haya movimientos de cámara complicados (la grúa final) o un montaje bien articulado, que dosifica la emoción en cada escena. Dentro de su exuberancia y desparpajo, Los cronocrímenes mantiene el comedimiento preciso para que el conjunto resulte creíble y se pueda participar de la trama, a la vez que se hacen guiños a figuras de referencia como Sam Raimi o Shane Carruth. Hubiera sido fácil para Nacho Vigalondo hacer la versión barata y mala de otros títulos pertenecientes al mismo género. En lugar de eso, busca marcar su impronta en un primer film que supone uno de los hitos del cine fantástico elaborado en los últimos años en España, una obra de culto bien escrita, bien dirigida y bien interpretada que alcanza todas sus aspiraciones, en contra de lo que cabría esperar debido a su ambicioso planteamiento.
A continuación pueden ver el cortometraje Marisa, que Vigalondo realizó en 2009 con una temática similar a Los cronocrímenes. Se trata de una prolongación de sus obsesiones comprimidas en apenas tres minutos y medio. Que lo disfruten: