ALICE. "Něco z Alenky" 1988, Jan Švankmajer

A finales de los años ochenta, Jan Švankmajer es un autor reconocido por la singularidad de sus cortos de animación, que mezclan el surrealismo con toda clase de referencias artísticas y literarias. Para su primer largometraje recurre a Alicia en el país de las maravillas, la novela de Lewis Carroll llevada repetidas veces a la pantalla, pero nunca de manera tan fascinante como aquí. El director checo adapta libremente el texto original y lo conduce a su terreno, explorando las zonas más oscuras mediante recursos narrativos y formales orientados al público adulto.

Como es habitual en el cine de Švankmajer, la imagen real convive con la técnica del stop motion, lo cual genera una sensación extraña similar al sueño...  aunque habrá quien considere que se parece más a una pesadilla, dada la naturaleza perturbadora de muchas imágenes. En ambos casos se trata de una representación tergiversada del tiempo, que se manifiesta dentro del plano (algo frecuente en la animación fotograma a fotograma antes de la era digital) y en el montaje (con el uso de encuadres muy cerrados que fijan la atención en los detalles). Esto provoca tensión y aumenta la capacidad de sorpresa del espectador, quien percibe la artesanía de los movimientos de las figuras sin echar en falta la perfección cinética de los medios del presente. La magia del stop motion tradicional consiste en que la evidencia del truco es una virtud y no un defecto, en contra de lo que suele suceder con la mayoría de los recursos visuales.

Otros aspectos estéticos a tener en cuenta son los relacionados con el diseño de arte: los escenarios, el vestuario, la infinidad de objetos que intervienen en todas las acciones. Una cacharrería fabulosa con una identidad singular que a veces desprende belleza y a veces temor o desconcierto. Švankmajer consigue dotar de vida y de carácter a los cuerpos inanimados, así, calcetines, relojes, cartas de naipes o animales disecados son personajes en torno a la Alicia de carne y hueso, convertida en muñeca en las escenas en las que disminuye de tamaño. A todo este universo visual se une el sonoro, ya que la película carece de diálogos y las situaciones son descritas por la niña protagonista mediante planos de detalle de su boca, intercalados con frecuencia a lo largo del metraje. Por eso los ruidos adquieren gran expresividad y elocuencia, suplen a la música que apenas suena durante el film.

En suma, Alice de Jan Švankmajer no ha disminuido su poder de hipnosis gracias a la libertad y el lirismo que contienen sus imágenes. Es una obra tan bizarra y experimental que no desentonaría en un circo de curiosidades, y a la vez tan hermosa y elaborada que podría exhibirse en cualquier museo.