HALLOWEEN. 1978, John Carpenter

En apenas una década, John Carpenter tuvo tiempo de cursar estudios de cine, realizar tres largometrajes y, con el último de ellos, fundar prácticamente un género: el slasher. Es verdad que ya existían numerosas películas de asesinos en serie dirigidas por Hitchcok, Lang o Fleischer, por ejemplo. Pero es Carpenter quien define las pautas de este subgénero que será explotado durante los años ochenta y que describe el hostigamiento al que se ve sometido un grupo de jóvenes por parte de un homicida perturbado que aprovecha la oscuridad de la noche y el silencio de un arma blanca para cometer sus crímenes.

Este es el argumento de Halloween, escrito por el director y por la también productora Debra Hill, el cual se desarrolla de manera esquemática y simple. Carpenter no pasará a la historia por sus habilidades literarias, pero sí por su capacidad para situar acciones en espacios que trascienden la condición de escenarios y adquieren una dimensión dramática. En diversas ocasiones, el cine de Carpenter ha empleado los paisajes urbanos como representación de conflictos sociales (1997: Rescate en Nueva York, Están vivos) y de problemas comunes que adoptan carácter singular según disminuye el tamaño de la localización, ya sea un pueblo (La niebla), un distrito residencial (Christine) o un único lugar (Asalto a la comisaría del distrito 13, La cosa). La mayoría de las situaciones de Halloween suceden en el barrio de extrarradio de una gran ciudad, el ideal de las familias norteamericanas de clase media conformado por una manzana de casas bajas con porche en la entrada y zonas verdes. Allí conviven adultos que se saludan por el nombre de pila y jóvenes que esperan inquietos el mejor momento para intimar entre latas de cerveza, canutos de marihuana y coches prestados por sus padres. La irrupción de un antiguo vecino escapado de un sanatorio mental convertirá la noche de Halloween en una matanza que, como tantas veces, supone un castigo moral para quienes no reprimen sus instintos. Así, la mujer sacrificada y célibe interpretada por la debutante Jamie Lee Curtis será la que deba enfrentarse a las fuerzas del mal encarnadas en la figura de Michael Myers, prototipo que inaugurará una estirpe que dura hasta hoy y que contiene los nombres de Jason, Freddy Krueger, Candyman o Ghostface, entre otros.

La pobreza del guion se ve compensada por una planificación imaginativa y dinámica, con movimientos de cámara fluidos, planos secuencia que transmiten tensión (es antológico el que abre el film, con un punto de vista subjetivo del aprendiz de serial killer) y un montaje muy eficaz, que ubica en todo momento a los personajes. Halloween establece el manual de cómo deben rodarse este tipo de películas alejándose de la precariedad de la serie B, cuyas convenciones son esquivadas por Carpenter en colaboración con el director de fotografía Dean Cundey. Ambos trabajan juntos por primera vez en este clásico del cine de terror que cuenta, como es habitual, con una banda sonora extremadamente sencilla compuesta por el propio Carpenter que define bien el tono del conjunto: directo, limpio y conciso. Como una cuchillada mortal.