HISTORIAS PARA NO CONTAR. 2022, Cesc Gay

Diez años después de Una pistola en cada mano, el cineasta Cesc Gay retoma el formato de las historias cortas sobre asuntos sentimentales. En esta ocasión narra cinco relaciones de pareja cuya continuidad se pone en peligro de diversas maneras, siempre con el habitual tono de comedia y el talento para los diálogos del director. Además del tema, todas tienen en común el escenario de la ciudad de Barcelona y cuentan con actores diferentes que son una buena muestra de la excelencia interpretativa que hay en España. Algunos con los que Gay ya había trabajado antes (Àlex Brendemühl, Javier Cámara) y otros que se incorporan a la familia (Anna Castillo, Antonio de la Torre, María León, José Coronado o Maribel Verdú, entre otros). Un elenco admirable que representa con naturalidad y frescura un amplio espectro de perfiles en los que cualquier espectador puede reconocer sus miserias cotidianas.

Porque la cualidad que predomina en Historias para no contar es la del humor que revela incomodidades, la dificultad humana para la sinceridad y la comunicación afectiva. El lenguaje cinematográfico que emplea Gay para narrar cada una de las situaciones es eficaz y sencillo, incluso se podría considerar funcional (abundan los planos medios y los primeros planos), lo cual traslada el peso al guion y los actores. Ellos aportan su personalidad al fragmento en el que intervienen y completan un mosaico en el que queda reflejado el universo propio de Gay, poblado por seres algo neuróticos de clase media/alta que buscan distraer cierto hastío existencial con aventuras románticas en entornos urbanos. Más que un conjunto de episodios independientes, la película debe ser vista como una suma de partes en torno a una misma idea, si bien se puede disfrutar de ambas maneras.

A estas alturas, Cesc Gay no depara sorpresas ni abandona un estilo en el que parece consolidado. Historias para no contar ofrece un divertimento accesible con dosis de corrosión y de crítica social que, no obstante, tiene capacidad para agradar a un público amplio. Esto, que suele ir en detrimento del concepto de autor, es sin embargo una aspiración difícil de conseguir. Hacer un cine reconocible, en el que la idiosincrasia no esté reñida con las pretensiones comerciales. Nada más y nada menos.