ASTEROID CITY. 2023, Wes Anderson

Con el paso de los años, Wes Anderson está construyendo más que una filmografía, un mundo con paisajes, habitantes e incluso un lenguaje propio. Por eso sus películas integran un corpus narrativo difícil de disociar, con características comunes que se repiten título tras título. En otras palabras: parece que estuviera haciendo siempre el mismo film, con variaciones que afectan, sobre todo, al decorado. El lugar donde transcurren sus historias define el conjunto ya desde el propio nombre (Academia Rushmore, Viaje a Darjeeling, Moonrise Kingdom, El Gran Hotel Budapest) y materializa uno de los rasgos más importantes de su obra: la escenografía. Esto vuelve a suceder en Asteroid City, de manera más concentrada si cabe.

El tándem formado por Wes Anderson y Roman Coppola estructura el guion en dos planos que conviven en paralelo: el de la ficción y el de la creación de la ficción (no confundir este con la realidad, ya que la realidad es imposible en el cine de Anderson). Se trata de un juego meta-lingüístico que propone reflexiones muy interesantes acerca de la verdad y su representación, así como del comportamiento humano. El relato de Asteroid City es presentado en una emisión televisiva de los años cincuenta por parte de un personaje que servirá como hilo conductor, al que interpreta Bryan Cranston. Él nos anuncia al autor de la obra (Edward Norton), el director (Adrien Brody) y los actores (Jason Schwartzman, Tom Hanks, Tilda Swinton, Steve Carell y un largo etcétera), quienes irán desarrollando la trama durante los siguientes cien minutos. Al mismo tiempo, hay otros personajes que encarnan a actrices que interpretan a personajes (Scarlett Johansson, Margot Robbie) y escenas en las que ambas dimensiones se mezclan, al estilo de lo que hicieron antes Unamuno en la novela y Pirandello en el teatro.

Esto provoca que, a pesar del humor absurdo y la estética cartoonAsteroid City sea la película más existencial de Anderson. Están los temas recurrentes de su cine: la soledad, el conflicto familiar, la realización personal a través del trabajo, el amor como ideal de libertad... pero con un punto de amargura más acentuado, menos optimista. Y eso que la luminosidad del paisaje desértico baña las imágenes y les confiere un color de postal antigua, gracias a la labor conjunta del director de fotografía Robert D. Yeoman, el diseñador de decorados Adam Stockhausen y la coexistencia de medios tradicionales y digitales en la producción.

Como suele suceder en el cine de Anderson, el manierismo visual está siempre a punto de ahogar la profundidad del argumento. Es evidente que sus películas contienen ideas y conflictos humanos de gran calado que, muchas veces, corren el riesgo de diluirse dentro de la estética cuidadísima, el montaje dinámico y la abundancia de movimientos de cámara, algo que se repite en Asteroid City. Hay un diálogo constante entre relato y forma, una dependencia en ambas direcciones que estimula a los admiradores del director texano e irrita a los detractores. Wes Anderson continúa siendo fiel a sí mismo y presenta la que tal vez sea su película menos amable hasta la fecha o, por lo menos, la más exigente con el espectador. En cualquier caso, es un festín que vuelve a demostrar el carácter singular y la creatividad de un cineasta que no admite comparaciones.