Los aciertos contenidos en aquella primera entrega se prolongan en esta: la mezcla de acción y humor, el ritmo desenfrenado, la variedad de perfiles de los personajes... e incluso aumentan, pues la continuidad de un proyecto de semejante envergadura se basa en un perpetuo cliffhanger que se mantiene no solo entre título y título, sino también entre secuencia y secuencia. La clave es que cada imagen del film debe tener un contenido cerrado en sí mismo y ha de adquirir significado de manera autónoma, más que en relación con las demás unidades narrativas del conjunto. Es algo parecido a lo que ocurre en los cómics que sirven de inspiración y que aquí se expresa mediante cine hipervitaminado y espídico, cuya fuerza reside en la acumulación: no importa el qué, sino el cuánto. Para el espectador, parpadear equivale a perderse una pirueta, un salto, una explosión. Así en el transcurso de ciento cuarenta minutos que pueden dejar exhausto a quien no se preste al juego de recibir el torrente de estímulos que sirven los tres directores firmantes. Un verdadero derroche cinético que emborracha los ojos a causa del diseño que luce la animación, la cual mezcla estilos y acabados distintos según la multiplicidad de universos que representan.
Y es que una vez agotada la eterna confrontación entre héroes y villanos, el género ha encontrado el filón en los multiversos que pueblan las películas con dimensiones que se alternan en el espacio-tiempo. Esta película de Spiderman supone uno de los ejercicios más sofisticados e imaginativos dentro de una modalidad temática que, si bien suele resultar compleja, al menos aquí tiene la virtud de ser comprendida con relativa facilidad. El logro consiste en colar entre las rendijas de este inmenso artefacto algunos sentimientos y reacciones humanas, porque todo cuanto sucede es excesivo, atronador y sin pausa, un espectáculo maximalista de gran belleza estética y sorprendentes capacidades técnicas. Es la apuesta del doble o nada, que se prolongará en una tercera parte que amenaza con ser el triple o nada. Habrá que coger aire.