ANATOMÍA DE UNA CAÍDA. "Anatomie d'une chute" 2023, Justine Triet

Justine Triet obtiene el reconocimiento internacional con su cuarto largometraje, un drama judicial que remite en el título a uno de los clásicos del género, Anatomía de un asesinato. En el caso de Anatomía de una caída se juega con el doble significado de la palabra caída: por un lado es el acto que propicia la muerte del marido de la protagonista, y por otro lado se refiere al fracaso de su relación. La película sigue el caso de lo que en principio parece ser un accidente sucedido en el hogar en los Alpes franceses que comparten una pareja de escritores con su hijo con discapacidad visual, hasta que las sospechas de asesinato recaen en la mujer interpretada (muy bien) por Sandra Hüller, quien tratará de defender la versión de que pudo ser un suicidio.

El guion firmado por Triet y Arthur Harari emplea diferentes hilos narrativos que se extienden a lo largo del relato para enredar al espectador en una madeja de sentimientos oscuros y de conflictos no resueltos, que tienen que ver con la culpa, con los desequilibrios de poder que se viven dentro del matrimonio y con los celos creativos de quienes comparten una misma aspiración. Son elementos de gran peso dramático que emergen con la muerte del progenitor, casi a modo de excusa. También la fórmula de la película de juicios funciona como un soporte para que la historia evolucione de manera ágil e incluso juguetona, ya que Triet amaga con despistar al público en diversas ocasiones y se guarda ases en la manga que saca cuando la emoción lo exige. Hay quien podría acusar a Anatomía de una caída de tender ciertas trampas y de utilizar recursos algo obvios (el contraste entre el abogado defensor bondadoso y coronado de una buena pelambrera, frente al abogado agresivo y con la cabeza rapada), sin embargo, hay que reconocer que este tipo de argucias son habituales dentro del género, lo cual no debería eximir a la directora. Su sentido del espectáculo se impone en el conjunto por medio de una planificación exhaustiva y dinámica, y un montaje que atiende a los distintos puntos de vista de los personajes (incluido el del perro guía del hijo, durante la llegada de la policía a la casa).

La narración alterna saltos en el tiempo, texturas de imagen, capas sonoras... todo con una destreza tan calculada que está a punto de resultar artificiosa en determinadas escenas (como la discusión de la pareja) y que desvela a Justine Triet como una cineasta aplicada que conoce bien los resortes del thriller y que logra mantener el interés durante los ciento cincuenta minutos de metraje. No es poca cosa.