ROBOT DREAMS. 2023, Pablo Berger

La trayectoria de Pablo Berger resulta tan imprevisible, que nadie podía esperar a estas alturas una primera película de animación como Robot dreams. Más teniendo en cuenta la poca tradición que existe en España de proyectos de este calado, que aúnan la ambición narrativa con la búsqueda de un público mayoritario. Es por eso que Berger recurre a la cofinanciación francesa y al talento del ilustrador belga Benoît Feroumont, encargado de la animación, para llevar a cabo esta obra de vocación universal que ha sido reconocida a ambos lados del Atlántico, un fenómeno sin apenas referentes en una industria sostenida siempre con pilares inestables.

El propio Berger asume la adaptación del cómic de Sara Varon en el que se basa el film, desarrollando las situaciones y dándoles identidad cinematográfica, con un montaje y una dirección de arte muy cuidada por parte de Fernando Franco y José Luis Ágreda, respectivamente. Una de las principales cualidades que se respetan en el trasvase de las viñetas a la pantalla es la ausencia de diálogos, lo cual otorga una importancia fundamental al sonido y a la música compuesta por Alfonso de Vilallonga. También hay canciones que tienen gran participación en la trama y que sitúan bien la época, ambientada en el Nueva York de los años ochenta. Berger representa allí a una sociedad de animales antropomórficos de enorme diversidad entre los que se encuentra un perro que trata de mitigar su soledad adquiriendo un robot de compañía. La historia evoluciona con sencillez mientras se establece su amistad, hasta que un incidente les obliga a separarse y la acción se traslada a los sueños del robot a los que hace referencia el título. Entonces la película se complejiza y plantea momentos reales e imaginados que se mezclan y que aluden, a su vez, a cuestiones humanas como el aprendizaje, la empatía, la familia... todo ello con una esencialidad casi oriental, por la síntesis de elementos y la sugestión de metáforas. Algo que se traduce del mismo modo en las imágenes: los diseños de Robot dreams poseen economía de líneas, colores planos y una simpleza solo aparente, ya que son producto de la depuración de los rasgos estéticos.

Al igual que hiciera en Blancanieves, Pablo Berger logra conjugar a la perfección el discurso y la forma en esta película emotiva que nunca llega a ser cursi, y que propone una alternativa de aspecto artesanal dentro de la animación contemporánea, copada por productos que exhiben en cada plano su sofisticación técnica. Por estos y otros motivos hay que celebrar Robot dreams, una bonita excepción en el árido terreno del cine familiar que gustará más a los adultos, por el tratamiento de los temas que expone y porque permite responder con facilidad a la pregunta de Philip K. Dick: sí, los androides sueñan con ovejas eléctricas y con muchas otras cosas, como si fuesen personas. O perros.