Apenas un año antes de deslumbrar al mundo entero con Boogie nights, el director Paul Thomas Anderson debutó en 1996 con este peculiar ejercicio de cine negro. En realidad, Sidney se escapa a las convenciones del género y no trata de sorprender al espectador con complicados giros de guión ni golpes de efecto, al estilo de David Mamet o los hermanos Coen. El tono adoptado por Thomas Anderson es reposado y austero, más próximo a Melville y al film noir que a los clásicos norteamericanos.
Como tantas otras veces, en Sidney hay un triángulo de personajes integrado por un novato inexperto, su veterano mentor y la chica con problemas. Los tres están cubiertos por un halo de fatalidad, sin embargo, el hecho de que la película sea narrada desde el punto de vista del maduro Sidney (y no desde el joven, como sería habitual), condiciona el relato y lo aleja de los tópicos. El carácter recto y elegante del protagonista que da título al film determina el tempo y la planificación, también concisa y sin la exuberancia que el director practicará en sus siguientes trabajos.
Thomas Anderson empieza a conformar aquí el equipo de sus fieles colaboradores. Al margen de Gwyneth Paltrow, cuya estrella comenzaba a brillar a mediados de los años noventa, nos encontramos con nombres que repetirán con el director como Philip Baker Hall, John C. Reilly o incluso Philip Seymour Hoffman, que interviene en una breve escena. También aparece Samuel L. Jackson, en el necesario papel de antagonista, quien completa un elenco perfectamente ajustado y de brillantez interpretativa.
Pero hay más autores relacionados con el universo de Thomas Anderson que por primera vez ayudan a definir su estilo: el director de fotografía Robert Elswit y el músico Jon Brion dejan la impronta de su talento y redondean el resultado que ofrece Sidney. Elswit realiza un matizadísimo contraste de luces y sombras, aprovechando al máximo el color y el brillo de los neones de las salas de juego donde transcurre la acción. Por su parte, Brion recurre a sonoridades de jazz y de blues para reforzar el ambiente nocturno y el género al que se adscribe el film. Al igual que Thomas Anderson, Brion debuta también aquí como compositor de bandas sonoras, en compañía del músico Michael Penn.
La suma de todas estas personalidades da como resultado un film compacto y directo, que nunca se aparta de su línea argumental y que anuncia las capacidades del director que años después filmará películas como Magnolia, Punch drunk love y Pozos de ambición. En Sidney ya se percibe la influencia de Scorsese a la hora de mover la cámara y de componer los encuadres, todavía de forma sucinta y con una distinción que estaba a punto de romper sus costuras... Cuesta creer que mientras Thomas Anderson montaba esta película, se hacía cargo de la preproducción de Boogie nights. Dos obras muy diferentes, pero que guardan coherencia entre sí. El resto es historia.
A continuación, un interesante reportaje sobre algunas de las referencias presentes en el cine de Paul Thomas Anderson, cortesía del canal TCM. Relájense y disfruten:
Como tantas otras veces, en Sidney hay un triángulo de personajes integrado por un novato inexperto, su veterano mentor y la chica con problemas. Los tres están cubiertos por un halo de fatalidad, sin embargo, el hecho de que la película sea narrada desde el punto de vista del maduro Sidney (y no desde el joven, como sería habitual), condiciona el relato y lo aleja de los tópicos. El carácter recto y elegante del protagonista que da título al film determina el tempo y la planificación, también concisa y sin la exuberancia que el director practicará en sus siguientes trabajos.
Thomas Anderson empieza a conformar aquí el equipo de sus fieles colaboradores. Al margen de Gwyneth Paltrow, cuya estrella comenzaba a brillar a mediados de los años noventa, nos encontramos con nombres que repetirán con el director como Philip Baker Hall, John C. Reilly o incluso Philip Seymour Hoffman, que interviene en una breve escena. También aparece Samuel L. Jackson, en el necesario papel de antagonista, quien completa un elenco perfectamente ajustado y de brillantez interpretativa.
Pero hay más autores relacionados con el universo de Thomas Anderson que por primera vez ayudan a definir su estilo: el director de fotografía Robert Elswit y el músico Jon Brion dejan la impronta de su talento y redondean el resultado que ofrece Sidney. Elswit realiza un matizadísimo contraste de luces y sombras, aprovechando al máximo el color y el brillo de los neones de las salas de juego donde transcurre la acción. Por su parte, Brion recurre a sonoridades de jazz y de blues para reforzar el ambiente nocturno y el género al que se adscribe el film. Al igual que Thomas Anderson, Brion debuta también aquí como compositor de bandas sonoras, en compañía del músico Michael Penn.
La suma de todas estas personalidades da como resultado un film compacto y directo, que nunca se aparta de su línea argumental y que anuncia las capacidades del director que años después filmará películas como Magnolia, Punch drunk love y Pozos de ambición. En Sidney ya se percibe la influencia de Scorsese a la hora de mover la cámara y de componer los encuadres, todavía de forma sucinta y con una distinción que estaba a punto de romper sus costuras... Cuesta creer que mientras Thomas Anderson montaba esta película, se hacía cargo de la preproducción de Boogie nights. Dos obras muy diferentes, pero que guardan coherencia entre sí. El resto es historia.
A continuación, un interesante reportaje sobre algunas de las referencias presentes en el cine de Paul Thomas Anderson, cortesía del canal TCM. Relájense y disfruten: