Silencio. "Silence" 2016, Martin Scorsese

Las vueltas que da la vida. En 1988, Martin Scorsese estuvo cerca de la excomunión tras dirigir La última tentación de Cristo, una película que trataba de humanizar la figura de Jesús y levantó una enorme polvareda dentro de la iglesia católica. Después de casi tres décadas, el mismo cineasta lleva a la pantalla Silencio, la novela de Shusaku Endo sobre las represalias ejercidas contra el cristianismo en el Japón del siglo XVII, ganándose el aplauso de aquellos que entonces le vituperaron. Lo que demuestra lo moldeable de las opiniones y de los puntos de vista. Porque Scorsese sigue siendo el mismo, tanto en sus creencias (no hay que olvidar que de joven estudió en un seminario), como en su voluntad de reflejar una fe cercana al humanismo, que no acata los axiomas y propone cuestiones existenciales. En la versión cinematográfica de Silencio, Scorsese conjuga dos de sus fijaciones más arraigadas: la religión y el cine japonés. La primera ha estado presente de forma más o menos notable a lo largo de toda su filmografía (aparte de La última tentación de Cristo, en otras películas como Malas calles, Taxi driver, Toro salvaje o El cabo del miedo), y su pasión por el cine clásico japonés le llevó a participar como actor en Los sueños de Akira Kurosawa. Así que la realización de Silencio es un sueño cumplido por el director y, según sus propias palabras, una experiencia religiosa.
La película narra las desventuras de dos jóvenes portugueses que deciden marchar a Japón tras la búsqueda del que fuera su maestro en la orden de los jesuitas, erradicada con fiereza por el gobierno nipón. A lo largo de la historia se pondrá a prueba la fe de los dos religiosos y se describirá la cruel persecución que sufrieron los cristianos en la clandestinidad. Semejante argumento promete emociones fuertes, tensión y drama, algo que la película ofrece amortiguado por la reiteración. El guión insiste en el padecimiento de los protagonistas con tanta persistencia que, al final, la fatiga aminora el impacto que se pretende... hasta el punto de que el metraje se alarga durante más de dos horas y media en las que el relato se estanca, (sobre todo en el segundo acto), absorto en su propia tragedia. Scorsese parece regodearse a veces en el dolor de sus personajes, sin alcanzar el exhibicionismo impúdico de Mel Gibson en La pasión de Cristo, pero haciendo que se eche en falta algo más de serenidad y distanciamiento. Y eso que se trata probablemente de la película más sobria y académica dentro de su larga filmografía, a pesar de algunas incongruencias formales. Porque el característico estilo de Scorsese, lleno de nervio y en el que la cámara se convierte en protagonista, desaparece aquí en favor de una narrativa más clásica y moderada. Lo que no encaja bien con algunas imágenes que desvirtúan el tono (por ejemplo, el plano cenital de la bajada de las escaleras al principio del film).
Otra diferencia importante que establece Silencio respecto a otros trabajos del director está en la música, con menor presencia y en su mayoría diegética, haciendo honor al título de la película. También resulta sutil la fotografía de Rodrigo Prieto, con imágenes de una belleza discreta, acorde con el relato. No cabe duda de que Silencio es una película bien producida, bien dirigida y bien interpretada por Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson, entre otros actores nipones. Pero la sensación final es que Scorsese ha desperdiciado la oportunidad de hacer un gran film por no ajustar la densidad del drama y por falta de concreción en el relato. El cineasta se involucra ciegamente en la creación de su obra y esto le hace perder la perspectiva con facilidad, asumiendo el riesgo de confundir sus obsesiones personales con los intereses del público. Una decisión que acarrea una contrapartida: la de provocar un cine ensimismado y autocomplaciente. Dos pecados en los que incurre Scorsese con Silencio y que los espectadores creyentes absolverán con mayor gracia.
A continuación, uno de los acertados análisis cinematográficos de Tony Zhou acerca del silencio en las películas de Martin Scorsese. De acuerdo, no es el mismo silencio al que se refiere Silencio, pero es una buena excusa para disfrutar este estupendo reportaje: