La virtud de Historia de un matrimonio respecto a otras películas de argumento semejante (Kramer contra Kramer), reside en la aparente ligereza con la que se narran los hechos. La película comienza con dos escenas consecutivas en las se presenta a los protagonistas, al estilo de Jean-Pierre Jeunet, mediante el montaje de acciones diversas y una voz en off. Un arranque que define la figura principal de la película: el binomio, la dualidad. Este concepto permanecerá presente a lo largo del metraje mediante el humor y la amargura, lo abrupto y lo sutil, lo personal y lo laboral... Una dicotomía que también se expresa a nivel formal, con diferentes tonalidades para representar los escenarios urbanos de Nueva York y Los Ángeles. Robbie Ryan emplea una fotografía más cruda y fría en el primer caso, y más luminosa y cálida en el segundo, lo cual se traslada al carácter de la pareja protagonista. Baumbach consigue que el conjunto alcance la unidad y la coherencia gracias a un guión que convierte los actos cotidianos (como cerrar la puerta exterior de una casa) en algo trascendente, con la implicación de un reparto de actores entre los que se encuentran Laura Dern, Alan Alda y Ray Liotta, nombres felizmente aquí recuperados.
El trabajo del director en cuanto a planificación y tempo narrativo también resulta esencial a la hora de valorar Historia de un matrimonio. Baumbach elige siempre emplazamientos de cámara acordes a su función en el relato y a la evolución de los personajes, sin intromisiones ni evidencias en el montaje, buscando convertir al espectador en testigo mudo de cada escena. Hay una gran fluidez en el conjunto, incluso cuando se intercalan secuencias extrañas y sublimes, como la canción en el pub o el momento en el que el personaje de Nicole elige la comida de Charlie en la mesa que comparten con los abogados. Sirvan estos ejemplos para explicar el arriesgado equilibrio que mantiene Historias de un matrimonio, mezclando entonaciones y actitudes en apariencia contradictorias, que Noah Baumbach conjuga para obtener un resultado compacto y emocionante. La capacidad del director para fijar ciertos detalles denota observación y delicadeza, dos cualidades que resumen bien esta producción de Netflix llamada a perpetuarse en la memoria del espectador. Una película que depara sensaciones intensas desde la intimidad, un torrente de sentimientos alejado del sentimentalismo, y que contiene además un tesoro musical en su banda sonora compuesta por Randy Newman. A continuación pueden escuchar un ejemplo. Relájense y disfruten: