OKJA. 2017, Bong Joon-ho

Las películas de Bong Joon-ho siempre tienden a la fábula, más allá del género y el estilo que adopten. Prueba de ello es Okja, un alegato en favor de la naturaleza que el director presenta como un imaginativo divertimento repleto de aventura y emoción, ideal para ser disfrutado en familia. La película narra la relación entre una niña que vive en las montañas surcoreanas y un gigantesco cerdo modificado genéticamente por una ambiciosa compañía que reclama la propiedad del animal. Además de algunas referencias inevitables como King Kong o Tarzán, lo cierto es que Okja parece atravesada en todo momento por el espíritu de Hayao Miyazaki, como si el maestro del anime hubiera decidido realizar una película de imagen real. De hecho, hay situaciones y personajes (atención al interpretado por Jake Gyllenhaal) más propios de la animación, lo que da cuenta de la importancia del diseño de producción y los efectos especiales en esta obra financiada por los Estados Unidos y Corea del Sur bajo el auspicio de Netflix.
Como es habitual, Joon-ho despliega sus habilidades como narrador visual mediante una planificación rica y eficaz que imprime ritmo al relato, sin descuidar por ello el desarrollo argumental de Okja ni sus ambiciones dramáticas. Porque bajo su apariencia de espectáculo sencillo y directo, la película milita en contra de las corporaciones que anteponen los intereses comerciales al sostenimiento del planeta y que no demuestran escrúpulos a la hora de manipular sus mensajes para obtener beneficios. Para ello, el director recurre en el tercer acto a imágenes de gran impacto que dejan clara la intención de denuncia. Es fantasía, pero con una traslación fácil a realidades pasadas y presentes.
Además del perfecto acabado técnico, en Okja también hay motivos artísticos a tener en cuenta, como el reparto que congrega a actores de distintas nacionalidades. Acompañando a Gyllenhaal se encuentran otros nombres conocidos como Tilda Swinton y Paul Dano, todos ellos componiendo personajes carismáticos y reforzando el carácter de cuento que posee el film. Bong Joon-ho realiza aquí su película más accesible hasta la fecha, lo que no le resta méritos como cineasta, al contrario: los grandes autores también se miden cuando les toca compadecer ante audiencias masivas sin tergiversar su estilo ni su lenguaje. Él no solo sale indemne de la prueba (al igual que en Snowpiercer, su película anterior), sino que también es capaz de incorporar al público joven y de transmitirle ciertos mensajes que resultan hoy más oportunos que nunca.