La creciente difusión que obtuvo el festival de cine de Sundance a finales de los años ochenta, unida al éxito internacional de nombres como Steven Soderbergh y los hermanos Coen, permitió que se iniciara una nueva etapa para el cine independiente norteamericano. Un periodo que fructificó en los años noventa con el surgimiento de una nueva hornada de directores cuya prevalencia ha sido desigual a lo largo de los años. Debutantes como Quentin Tarantino, Kevin Smith, Darren Aronofsky o Todd Solondz revolvieron las carteleras sin una fórmula que les unificara ni un estilo en común. Tal y como dictan los imperativos de la edad, las primeras películas de estos autores solo compartían el afán por salirse de la norma y cierta tendencia al riesgo y la provocación, algo que no estaba dentro de los planes de Wes Anderson. Al contrario que otros compañeros de generación, el director texano no pretendía llamar la atención mediante el impacto, la crudeza o los temas controvertidos, porque su cine parecía y parece todavía hoy sumido en el síndrome de Peter Pan, en el rechazo a participar de un mundo normativizado que restringe la espontaneidad y los sentimientos. Así, los primeros personajes de su filmografía son dos amigos que se plantean el robo como medio de subsistencia sin tener aptitudes para ello, una situación recreada en el cortometraje de 1993 Bottle rocket y desarrollada tres años después en formato largo con el mismo título y actores.
Wes Anderson abandona el blanco y negro de la primera versión e inicia una fructífera relación creativa con Robert D. Yeoman, el director de fotografía que le acompañará en sus siguientes películas y le ayudará a crear el estilo por el cual es reconocido. El tratamiento cromático de Bottle rocket es inusual para una opera prima, lo que dice mucho del carácter meticuloso de Anderson y su obsesión por los elementos que integran la escena. Las tonalidades rojas abundan en la primera parte de la película, mientras que las verdes y amarillas lo hacen en la segunda, según evoluciona la situación de los protagonistas interpretados por Owen y Luke Wilson. El primero de ambos hermanos coescribe el guion junto a Anderson, una colaboración que se repetirá en los siguientes dos títulos del director y que dará forma a su peculiar sentido del humor. Aquí se apuntan ya muchos de los rasgos que identificarán el cine de Wes Anderson y que se harán explícitos en Academia Rushmore, el segundo largometraje realizado apenas dos años después. Porque Bottle rocket es un Anderson a medio cocinar, una muestra incipiente de muchas de sus claves narrativas y formales que inaugura una trayectoria tan genuina como singular. Es verdad que el argumento contiene algunas debilidades (la hermana pequeña que aparece en una sola escena y luego se olvida), pero en general no se aprecian errores de bulto que impidan valorar la película como lo que es: la puerta de entrada a un mundo que estaba a punto de convertirse en el icono cultural y estético de una minoría de espectadores que irá creciendo con el paso del tiempo.
Además de Luke y Owen, el reparto está integrado por un tercer hermano, Andrew Wilson, y por otros actores nóveles como Robert Musgrave, a quienes se suma la veteranía de James Caan y el contrapunto racial de la actriz Lumi Cavazos. Todos ellos bien conjuntados y aportando la faceta cómica necesaria para que el tono de la película evolucione del primer plano hasta el último, en un arco de transformación que aporta algo de profundidad a un conjunto en apariencia intrascendente. En suma, Bottle rocket debe ser considerada como un ensayo, el boceto de una obra que revelará a Wes Anderson como una de las personalidades más destacadas del cine de las siguientes tres décadas, que inicia aquí su andadura de manera seminal pero decidida y contundente.
A continuación, uno de los temas que integran la banda sonora compuesta por Mark Mothersbaugh. El músico será a partir de entonces uno de los colaboradores habituales en la primera parte de la filmografía de Wes Anderson, con el que comparte la vivacidad y el espíritu de comedia aplicado a melodías con sonoridades de jazz. Relájense y disfruten:
Wes Anderson abandona el blanco y negro de la primera versión e inicia una fructífera relación creativa con Robert D. Yeoman, el director de fotografía que le acompañará en sus siguientes películas y le ayudará a crear el estilo por el cual es reconocido. El tratamiento cromático de Bottle rocket es inusual para una opera prima, lo que dice mucho del carácter meticuloso de Anderson y su obsesión por los elementos que integran la escena. Las tonalidades rojas abundan en la primera parte de la película, mientras que las verdes y amarillas lo hacen en la segunda, según evoluciona la situación de los protagonistas interpretados por Owen y Luke Wilson. El primero de ambos hermanos coescribe el guion junto a Anderson, una colaboración que se repetirá en los siguientes dos títulos del director y que dará forma a su peculiar sentido del humor. Aquí se apuntan ya muchos de los rasgos que identificarán el cine de Wes Anderson y que se harán explícitos en Academia Rushmore, el segundo largometraje realizado apenas dos años después. Porque Bottle rocket es un Anderson a medio cocinar, una muestra incipiente de muchas de sus claves narrativas y formales que inaugura una trayectoria tan genuina como singular. Es verdad que el argumento contiene algunas debilidades (la hermana pequeña que aparece en una sola escena y luego se olvida), pero en general no se aprecian errores de bulto que impidan valorar la película como lo que es: la puerta de entrada a un mundo que estaba a punto de convertirse en el icono cultural y estético de una minoría de espectadores que irá creciendo con el paso del tiempo.
Además de Luke y Owen, el reparto está integrado por un tercer hermano, Andrew Wilson, y por otros actores nóveles como Robert Musgrave, a quienes se suma la veteranía de James Caan y el contrapunto racial de la actriz Lumi Cavazos. Todos ellos bien conjuntados y aportando la faceta cómica necesaria para que el tono de la película evolucione del primer plano hasta el último, en un arco de transformación que aporta algo de profundidad a un conjunto en apariencia intrascendente. En suma, Bottle rocket debe ser considerada como un ensayo, el boceto de una obra que revelará a Wes Anderson como una de las personalidades más destacadas del cine de las siguientes tres décadas, que inicia aquí su andadura de manera seminal pero decidida y contundente.
A continuación, uno de los temas que integran la banda sonora compuesta por Mark Mothersbaugh. El músico será a partir de entonces uno de los colaboradores habituales en la primera parte de la filmografía de Wes Anderson, con el que comparte la vivacidad y el espíritu de comedia aplicado a melodías con sonoridades de jazz. Relájense y disfruten: