VIAJE A DARJEELING. "The Darjeeling Limited" 2007, Wes Anderson

Las películas de Wes Anderson son como guías de viajes imaginados. Cada una de ellas muestra lugares que se pueden localizar en el mapa, pero que son filtrados por las referencias culturales y la idealización estética del director. Basta asomarse a la Europa de entreguerras de El Gran Hotel Budapest, al Japón de Isla de perros o al paisaje marino de Life aquatic para percibir un mundo que tiene que ver con la literatura, el cine y la ilustración más que con la realidad local de cada uno de esos emplazamientos. Así, la India de Viaje a Darjeeling es un escenario intemporal rebosante de colores que explota el tipismo a través de la mirada de Anderson, creando un sitio reconocible y a la vez extraño, como son sus films.
Por eso es fácil identificar las claves de su cine, ya que permanecen intactas con el paso de los años y mantienen su personalidad, lo que no equivale a decir que caigan en la previsión o la monotonía. Al contrario, el lenguaje de Anderson posee tal intensidad que transforma todo lo que toca y lo hace suyo, ya sean los vestigios del colonialismo como la espiritualidad oriental que aparecen en Viaje a Darjeeling. Y el núcleo familiar, claro, de nuevo en el centro del argumento y representado en tres hermanos que encuentran la oportunidad de reencontrarse a miles de kilómetros de sus casas, tras la pista de la madre ausente. Dos de ellos están interpretados por viejos conocidos del director, Owen Wilson y Jason Schwartzman, mientras que Adrien Brody se incorpora a la tribu de Anderson revelando su innegable vis cómica. La actriz Anjelica Huston completa la estirpe en un breve pero jugoso papel, dentro de un reparto menos coral de lo acostumbrado.
Los seguidores del cineasta tienen motivos de sobra para regocijarse con los elementos formales y narrativos de Viaje a Darjeeling, porque en ambos niveles la película alcanza momentos memorables. Uno de ellos es el flashback en el que los hermanos tratan de recuperar el coche del padre para asistir a su entierro, un prodigio de ritmo, puesta en escena e interpretación que reconfigura el conjunto y el vínculo que une a los protagonistas. Otra escena digna de recuerdo es la estancia en el poblado mientras se oficia el funeral del niño accidentado, un riesgo que Anderson asume al cambiar el tono durante un lapso en el que la película descansa del humor y rinde tributo a ese cine que le ha servido de inspiración: la obra de Satyajit Ray y El río de Jean Renoir.
Cabe destacar también que la película viene antecedida del cortometraje Hotel Chevalier, filmado en París a modo de prólogo del personaje de Schwartzman, en compañía de Natalie Portman. Se trata de una pieza en la que Wes Anderson comprime su talento en apenas diez minutos en los que despliega su habilidad para manejar los componentes del plano y las relaciones de espacio. Un concepto que se ilustra en el siguiente vídeo, cortesía del medio Little White Lies. Que lo disfruten: