ALPS. "Alpeis" 2011, Yorgos Lanthimos

El director Yorgos Lanthimos desarrolla la fórmula que tan buen resultado le dio en Canino y, dos años después, presenta otro ejercicio de simulación dramática atemperado por el estilo. Alps mantiene la misma capacidad de riesgo y las señas de identidad de su antecesora, basadas en una lógica narrativa contraria a la habitual: primero asistir a la evolución de la trama para, a continuación, descubrir la premisa seguida de un desenlace que no se cierra del todo. Por supuesto se trata de una opción peligrosa, ya que hay una parte del público que por el camino sentirá apatía, desconcierto o ambas cosas a la vez. Sin embargo, Lanthimos proporciona una experiencia inigualable a aquellos dispuestos a asumir el reto, ni más ni menos que adentrarse en el corazón de una tormenta de emociones resguardado por el paraguas de la contención formal.
Lanthimos y Efthymis Filippou vuelven a plantear el guion como una sucesión de cajas chinas que van desvelando su contenido según avanza el relato. Al igual que sucedía en Canino, los protagonistas integran un grupo hermético (los Alpes del título) que basan su actividad en la apariencia y la suplantación. La diferencia es que aquí no existe la coartada de la inocencia para justificar sus actos, porque las estrategias de poder que siguen son premeditadas, lo cual podría determinar que Alps es una película todavía más cruel y nihilista. Los amantes de las interpretaciones lo tienen fácil: en los protagonistas se puede discernir a esa sociedad moderna adiestrada en el fingimiento para mantener el estatus, una crítica en contra del modelo productivo que favorece la alienación y restringe las relaciones humanas. Parece duro, y lo es. Lanthimos dispara con balas de buen calibre pero, en lugar de regodearse en los aspectos turbios, los omite mediante un prodigioso empleo de la elipsis y el fuera de campo, provocando al espectador para que él mismo se vea empujado a adoptar conclusiones y juzgar a los personajes.
En ellos precisamente se guarda la esencia de Alps. Cada uno de los cuatro integrantes de los Alpes representa un perfil diferente de la soledad, encarnada con agudeza por dos actores y dos actrices entre los que se encuentra Angeliki Papoulia, quien repite con Lanthimos después de Canino. Ella es el hilo conductor de un film que no adopta su punto de vista, ya que el director toma distancia respecto a los personajes mediante encuadres que buscan el desequilibrio y la incertidumbre. En raras ocasiones se observan planos de conjunto, puesto que la cámara aísla a las figuras en composiciones muy expresivas y en la separación que proporciona el foco y el desenfoque. Hay, por lo tanto, una intencionalidad muy evidente en las decisiones que adopta Yorgos Lanthimos como cineasta, en lo que sucede dentro y fuera de la imagen y que tanto influye en la atmósfera de la película. La luz apagada y fría con la que Thimios Bakatatakis cubre la fotografía define bien el carácter de Alps y refuerza la sensación desazonada que se transmite del primer fotograma hasta el último. No hay tregua en esta película valiente e hipnótica, que cierra la primera etapa de Lanthimos en su Grecia natal.