La figura de este último sirve como influencia para el personaje principal de Steve Zissou, interpretado por Bill Murray, el capitán del buque Belafonte que zarpa en busca del tiburón tigre que devoró a su mejor amigo. El objetivo es consumar la venganza y filmar un documental sobre la captura, aunque en la misma travesía también emplea el tiempo en estrechar lazos con un hijo al que acaba de conocer, seducir a una periodista que escribe un reportaje, enfrentarse a los piratas y varias tareas más que se van desvelando según avanza el metraje. Como es habitual, en Life aquatic se superponen los personajes y los acontecimientos de manera aparentemente caótica, aunque en verdad el guion está elaborado con meticulosidad y profusión de detalles por parte del propio Anderson y de Noah Baumbach, que sustituye a Owen Wilson en la co-escritura del texto. Wilson sí aparece en el reparto en compañía de un largo elenco integrado por Anjelica Huston, Cate Blanchett, Willem Dafoe o Jeff Goldblum, entre otros. Seu Jorge encarna a uno de los miembros de la tripulación a la vez que aporta canciones de David Bowie a la banda sonora, adaptadas con belleza por él mismo al idioma portugués.
Con semejantes ingredientes, no podía resultar una película convencional. Ninguna de Wes Anderson lo es. El cineasta vuelve a retomar uno de sus temas predilectos, la familia, además de otras señas de identidad como son el amor no correspondido, la crisis existencial y el afán por la aventura, cada elemento como una consecuencia del anterior, presentados en Life aquatic bajo el tamiz del humor y las relaciones humanas. El espectador nunca llega a saber del todo si la postura de Anderson es más cínica o más sentimental de lo que parece a simple vista, en cualquier caso, se trata de una manera de contemplar la vida que ha vuelto reconocible el cine del director.
Esto se debe, entre otras cosas, a una identidad visual muy marcada que desarrolla determinados recursos estéticos: las composiciones geométricas, los movimientos de cámara, las elipsis y el fuera de campo, la paleta de colores presente en la fotografía de Robert D. Yeoman... Son muestras de la sofisticación de Anderson en su afán por construir un universo particular, que tiene en la dirección de arte un aliado indispensable. El ejemplo más llamativo tal vez sea la presentación del interior del barco, un ingenio difícil de olvidar que recurre a técnicas primitivas del cine, casi teatrales, para obtener un resultado absolutamente moderno. En esto consiste el toque Anderson, y por eso sus películas no envejecen. No son de ninguna época, lo que equivale a decir que son de todas al mismo tiempo.
A continuación, un vídeo-ensayo elaborado por Nelson Carvajal para la web Way Too Indie en el que se revelan algunos aspectos esenciales del cine de Wes Anderson, a través de sus propias palabras: