LA COMEDIA DE LA VIDA. "Du levande" 2007, Roy Andersson

Segunda parte de la trilogía de la vida iniciada por Roy Andersson en el 2000 con Canciones del segundo piso, que siete años después encuentra prolongación en La comedia de la vida. El director mantiene los mismos planteamientos estéticos y argumentales fragmentando más si cabe la multiplicidad del relato, hasta el punto de que algunas de las situaciones que se plantean en el guion son apenas destellos, piezas de un mosaico que nunca llega a contemplarse en su amplitud. El tema continúa siendo el absurdo del ser humano y el sentido tragicómico de la vida. También se insiste en las formas: planos estáticos en los que el movimiento proviene de los personajes, sin apenas intervención del montaje dentro de la escena y con una influencia importante del teatro y la pintura. Para evitar la dispersión, Andersson establece nexos de unión como es la ciudad de Estocolmo y su meteorología, además de secuencias que unifican a los personajes como la que cierra el film.

La película puede verse de manera independiente a su antecesora y su predecesora, puesto que solo coinciden en lo ya expuesto y en algún detalle en la trama como el atasco de tráfico. Todo lo demás (personajes, historias) posee autonomía propia y pertenece a ese mundo a veces extraño y a veces reconocible que Andersson muestra en su cine, de marcado carácter onírico. Es en los momentos en los que los personajes narran sus sueños cuando Andersson incorpora una novedad respecto a anteriores títulos, y es la interlocución directa a cámara o la ruptura de la cuarta pared/pantalla. En lo demás, las criaturas de Andersson conservan sus rasgos característicos: rechazo de la belleza, influencia expresionista, diálogos que expresan inquietudes, caracterización cercana a la pantomima... La comedia de la vida no trata de mostrar los perfiles psicológicos de los personajes sino su representación esperpéntica, es por ello que el reparto de actores responde a una cuidada selección de rostros y actitudes.

Estos excesos son amortiguados por la paleta de colores austera y fría de las imágenes, lo cual crea un contraste que es el sello de identidad del autor. Andersson prolonga así su personal estilo, en lo que supone una de las filmografías más fascinantes y originales surgidas en Europa durante las últimas décadas.