REINA DE CORAZONES. "Dronningen" 2019, May el-Toukhy

Segundo largometraje de la directora May el-Toukhy, quien cambia de registro y se atreve con una historia controvertida que pone a prueba su capacidad de mesura. Reina de corazones trata uno de los temas tabú por excelencia: la relación entre una mujer madura y un joven al que unen vínculos familiares, o al menos eso es lo que parece en un primer vistazo. En realidad, la intención de el-Toukhy es la de explorar el deseo femenino y las relaciones de poder ejercidas en un entorno doméstico, cuestiones complejas que sabe resolver aplicando la frialdad y el sentido de la medida ante asuntos que a menudo suelen ser tratados con sensacionalismo y morbo.

El tono empleado por la directora es el adecuado para no cargar las tintas en el conflicto pasional del relato, gracias a una puesta en escena sobria y unas interpretaciones ajustadas, entre las que brilla la encarnación que Trine Dyrholm hace del personaje protagonista. Su papel de madre de familia que ejerce un reinado aparentemente perfecto revela contradicciones acerca de la insatisfacción y el hastío, incluso aunque se trata de una profesional de éxito que ejerce la abogacía protegiendo la intimidad y los derechos sexuales de menores víctimas de abusos. La paradoja está servida y adquiere tintes de parábola que invitan al espectador a replantearse ciertos prejuicios morales y de conducta, ante los cuales la directora termina tomando partido. La reina del título hace referencia al personaje despótico y manipulador de Alicia en el país de las maravillas, cuya narración tiene presencia en la trama. Esta analogía ilustra bien el posicionamiento que el-Toukhy y su coguionista, Maren Louise Käehne, adoptan para exponer la vulnerabilidad y la fortaleza inherentes a cada rango de edad.

El diseño de producción y la dirección artística resultan fundamentales para trasladar al público la sensación de habitar un tiempo y un lugar conciso. El escenario principal de la casa, de formas racionales y geométricas, confronta con la exuberancia de la naturaleza que la rodea, de la misma manera que el amor ilícito se consuma fuera de las normas sociales. También la luz fría y apagada cumple la función de atemperar la separación de los cuerpos, en contraposición a los colores más cálidos de las imágenes que muestran junta a la pareja. Puede que sean asociaciones fáciles, pero sin duda ayudan a codificar el lenguaje que desarrolla May el-Toukhy. Otros recursos son menos afortunados, como la estructura circular que abre y cierra el film sin demasiada justificación y que se subraya mediante un giro de cámara de 360 grados en torno al mismo eje. Una solución algo arbitraria que no logra empañar el conjunto, caracterizado por la precisión y el pulso firme de la directora danesa.

Al final, May el-Toukhy consigue salir indemne de un reto solo apto para cineastas que tratan al público con madurez e inteligencia, en parte gracias a su habilidad para generar una atmósfera muy determinada, a la que contribuye la música compuesta por Jon Ekstrand. A continuación pueden escuchar uno de los temas que integran la banda sonora. Relájense y disfruten: